De nueva cuenta, el presidente de los Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump, amenazó al Gobierno de México con imponer aranceles del 30% a productos mexicanos que fueran vendidos en suelo estadounidense. Sin duda, el movimiento del mandatario republicano causa preocupación, pero también hartazgo por lo unilateral que han sido sus acciones en materia comercial de la política exterior de la Casa Blanca. ¿Qué impacto tiene esto para nuestro país?
La decisión de Trump no es nueva. En varios momentos de lo que va de su administración presidencial ha decidido imponer aranceles a varios Estados alrededor del mundo, incluyendo el nuestro. Para nosotros, a escasos casi siete meses del inicio del nuevo gobierno estadounidense, es reiterada la amenaza de establecer estas cuotas al comercio mexicano en EUA y genera constante incertidumbre para toda una nación que depende altamente en el mercado del país de las barras y las estrellas.
Es lamentable, pues representa un obstáculo significativo al intercambio de productos en una de las regiones más productivas y con vastos flujos comerciales del mundo. El escenario sorprende e impacta por igual, sobre todo porque somos socios comerciales clave el uno para el otro, es decir, no por nada el proceso de regionalización económica de América del Norte inició hace varias décadas cuando en 1994 entró en vigor el TLCAN, evolucionando posteriormente en el llamado T-MEC.
Es verdad que más de cuatro quintos de todo nuestro comercio internacional se dirige a EUA, situación que al revés es muy diferente, puesto que los estadounidenses han diversificado mucho su comercio y no dependen tanto del nuestro. Sin embargo, a la todavía potencia económica mundial le conviene que los dos países contiguos a su territorio, es decir, México y Canadá, tengan consigo una sana relación política y económica, evitando que otras potencias en ascenso, como China, ganen terreno en su comercio.
De esta manera, para la Casa Blanca el comercio con México y Canadá debería ser estratégico y, por ende, protegido a toda costa. No obstante, lo que ha hecho Trump en su segundo gobierno en EUA es desmantelar cualquier buena relación que haya tendido su país con otros para imponer nuevas condiciones que, a sus ojos, serían de mayor provecho para su nación, sin importar, uno, que eso tenga beneficios reales, y dos, que pueda atropellar las relaciones bilaterales con Washington.
En este contexto, México debería tomar un rol activo y no pasivo. Es cierto que el gobierno de Trump tiene fecha de caducidad y, en cambio, que la relación con EUA debería trascender cualquier administración. Sin embargo, si la estrategia del gobierno mexicano es siempre negociar ante las imposiciones del mandatario republicano, su abanico de opciones queda muy reducido. En contraste, si diversifica su comercio con otros países, podría reducir la vulnerabilidad que tiene de depender de la toma de decisiones de un actor intermitente e irracional.
Una opción sería aumentar la interacción comercial con países emergentes, cuya economía va en ascenso y por ende tienen la necesidad de buscar socios comerciales clave y con apetito de consumo. Siempre se nos dijo que el comercio con EUA está anclado, pero es nuestro es momento de tomar las riendas de México para posicionarse como un actor más libre y autónomo en el comercio internacional.
@NielsRosasV (X)