A inicios del mes, la presidenta Claudia Sheinbaum, asistió a la novena cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada en Tegucigalpa, Honduras. A pesar de su importancia, poco se ha hablado de la asistencia de la mandataria mexicana en el foro. ¿Qué podemos observar de la participación mexicana? ¿Qué impactos podrá tener para la política latinoamericana y del mundo?

Es claro que la asistencia de países en foros internacionales resulta de la más alta importancia para los estados, o al menos así debería ser en un mundo hondamente interconectado y globalizado. En este panorama, una nueva participación de Sheinbaum como presidenta de México en un evento internacional vuelve a alimentar la política exterior que la mandataria intenta encaminar en su sexenio, al mismo tiempo que logra diferenciarse de la política de asilamiento de su antecesor, quien aseguraba de manera intrépida que la mejor política exterior era la interior.

Para la imagen y beneficio de México, que su lideresa participe activa y frecuentemente en foros internacionales muestra un compromiso del país hacia el exterior, pero también la visión con la que quiere tratar a la nación que gobierna. Vimos cómo la presidenta asistió a la cumbre del G20 en Brasil en noviembre de 2024 y ahora participó en otro evento en el sur del continente, lo que refuerza el compromiso y la unión de los líderes latinoamericanos y, en este caso, ayuda a legitimar el foro de la CELAC.

La participación mexicana en este foro en la capital hondureña fue significativa, mas obnubilada por el clima de incertidumbre derivado de los anuncios de los aranceles globales impuestos por la actual administración en la Casa Blanca, que sembró crisis en todo el globo. Desde luego que se abordan temas variados y centrales para la agenda internacional y regional en el caso de la CELAC, como el cambio climático, la defensa de los derechos humanos, la seguridad alimentaria, etc. Por supuesto que son relevantes.

La participación diplomática mexicana en el foro es de reconocerse por múltiples razones, es decir, reconocer los problemas y necesidades de la región latinoamericana, así como refrendar el apoyo y compromiso para atenderlos es esencial para la CELAC. No obstante, es la diplomacia silenciosa la que cobra quizá mayor interés en estos tiempos convulsivos. Sheinbaum tuvo la oportunidad de reunirse con otros líderes de América Latina, como Lula da Silva y Gustavo Petro, quienes, además de ser afines en su posición política, coinciden en que las potencias occidentales actuales deben ser más comprensivas y colaboradoras.

Aquí es donde el liderazgo mexicano debe florecer. México es socio de Estados Unidos de América, es cierto, pero ahora las acciones del presidente estadounidense están dividiendo y lacerando las relaciones internacionales particularmente entre actores estatales, generando múltiples crisis a los países. Es complicado seguir a un Estado que, en vez de construir, destruya poco a poco lo que la comunidad internacional tardó décadas en cimentar.

Por lo anterior, los bloques de países deben usar su peso para resistir los embistes del mandatario republicano, pero también para proponer alternativas que sirvan para cooperar y enlazar a las naciones. Ahí en donde México, desde la CELAC, puede impulsar una nueva agenda para la armonía internacional.

Historiador e internacionalista

@NielsRosasV (X)

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