Después de mucho tiempo, la promesa de la 4T se cumplió: México celebró sus primeras elecciones judiciales. Fue un evento muy particular, puesto que estábamos lejos de pensar en que en nuestro país elegiríamos a los jueces y ministros que impartirían la justicia en todo el territorio mexicano. Sin embargo, a pesar de haberlo propuesto, no todo es para celebrar para Morena. ¿Qué nos enseñaron estos comicios?

Cuando el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, propuso que el Poder Judicial debía ser elegido a través del voto popular, en vez de por el Poder Legislativo, muchos criticaron la iniciativa. No obstante, a muchos otros les pareció pertinente, considerando –quizá con influencia del entonces mandatario–, que este poder de la nación debía ser más cercano al pueblo y debía representarlo de alguna manera.

Fue así que, junto con los números de Morena en el Poder Legislativo, la iniciativa del tabasqueño prosperó y logró configurar una nueva etapa para el Poder Judicial en nuestro país, realidad en la que las y los ciudadanos decidimos quienes fungirán como jueces y magistrados, impartiendo justicia en el país. Así como suena, es una responsabilidad enorme que el entonces presidente de México nos confirió a nosotros.

Estamos hablando que a quienes la población votó el domingo pasado tendrán la decisión de interpretar la justicia en el país. Ni más, ni menos. Son puestos que requieren gran conocimiento, destreza y talento para seguir los casos que se les presenten e identificar con cautela y certeza la culpabilidad o exoneración de los individuos. Aquí, la duda que muchos mantienen hasta el día de hoy es: ¿qué “expertise” o qué conocimiento tiene la población para saber distinguir qué candidatura es la mejor para desempeñarse en el Poder Judicial? Suena inverosímil que nosotros hayamos tenido que absorber esa responsabilidad, puesto que si, en este contexto de desconocimiento, erramos en nuestra elección, habremos causado un daño a algo tan importante, sumamente delicado y necesario de proteger como lo es la justicia en el país.

Por otro lado, el hecho que los jueces y ministros atravesaran un proceso electoral, al final de cuentas también fue problemático, puesto que se prestó para asociar ciertas postulaciones con partidos o posiciones políticas determinadas. Así, es muy probable que en muchos casos ganaran no quienes estaban mejor preparados para asumir los cargos públicos por los que compitieron, sino por justamente esa afiliación política que sostenían. Es claro que esto despierta incertidumbre y preocupación, es decir, ¿qué certeza hay de que la justicia que impartan esas personas sea, en efecto, ciega y sin prejuicios de ningún tipo? No parece que haya.

Observando los números que se tienen hasta ahora, es seguro decir que las elecciones para votar a ministros y jueces del Poder Judicial fueron un fracaso. La participación fue mínima, y se podrá decir que en realidad eso obedece a que fue la primera ocasión en la que México votó por estos cargos públicos. Quizá, pero una razón más sólida es porque muchas personas no consideraron que el ejercicio y la responsabilidad conferida a la ciudadanía fuese legítima o correcta y, por ende, la acción de no salir a votar representa una postura contra este proceso.

Google News