Hoy en día atravesamos momentos interesantes en la política mexicana. El ascenso vertiginoso e inconmensurable de Morena ha arrasado al protagonismo de mucho tiempo de los partidos tradicionales. Pero muchos se preguntan: ¿cuándo el crecimiento del partido guinda llegará a su cúspide para luego caer, como lo han hecho muchos?
La política mexicana atraviesa una coyuntura de contrastes profundos. Por un lado, el proyecto encabezado por Morena ha permitido crear una clara hegemonía electoral y social; mientras que por otro, la calidad de la democracia, la institucionalidad y la gobernabilidad enfrentan retos que demandan un análisis crítico y profesional, lo que ha ayudado a otros partidos a crear una narrativa contra el partido oficialista.
Desde su surgimiento, Morena logró movilizar grandes sectores de la población que demandaban cambios reales en los ámbitos social, económico y político. La llamada Cuarta Transformación pretendía hacer cambios sustanciales, pero mucho ha dejado a deber de su narrativa. En el terreno institucional, se anuncian reformas de gran calado: desde una reforma electoral que pretende eliminar plurinominales y reducir el financiamiento partidista, hasta una reforma judicial en discusión orientada a incrementar la autonomía del Poder Judicial y elevar la transparencia.
En este contexto, estos esfuerzos son deseables en principio, pues podrían fortalecer la rendición de cuentas y jerarquizar los derechos ciudadanos. No obstante, surgen preocupaciones legítimas sobre la forma, los tiempos y las motivaciones detrás de tales cambios: la consolidación de una fuerza dominante puede traducirse, en la práctica, en un debilitamiento del contrapeso político.
En materia social y económica, el gobierno destaca avances notables: el aumento significativo del salario mínimo, la formalización de empleos en plataformas digitales, así como una estrategia de bienestar que afirma haber llegado a más de 30 millones de familias. Dicho modelo busca una mayor justicia social y una reorientación del Estado hacia el bienestar. No obstante, esto se encuentra aderezado por retos persistentes: la desigualdad sigue siendo alta, la oferta productiva no logra absorber totalmente la fuerza de trabajo y la inversión en innovación aún es insuficiente.
El aspecto de la seguridad pública —quizás el mayor talón de Aquiles— revela claramente las limitaciones del modelo político. A pesar de reportes oficiales de reducción en homicidios y delitos de alto impacto, estudios académicos recientes muestran que la violencia generada por los cárteles y las organizaciones criminales exige una reforma profunda.