El gobierno municipal de Querétaro ha anunciado que no permitirá el desarrollo de eventos en cuyas actividades se realice apología del crimen organizado. Lo anterior impacta en varios escenarios, incluyendo la interpretación de narcocorridos. ¿Cuál es el trasfondo de esta medida y qué impactos tendría para la sociedad mexicana?
Por su contenido intrigante, los narcocorridos son muy famosos en el territorio nacional. Relatan historias que presuntamente sucedieron en algún momento en el país, exponiendo actividades que fueron llevadas por grupos del crimen organizado, en concreto, de narcotraficantes. Por ello es que sus letras muestran episodios de suma agresividad, contacto con drogas y un estilo de vida en donde la violencia y el crimen son los medios para obtener una vida llena de lujos.
A raíz de la exposición de estas narraciones a través de una expresión común como es la música, existe una preocupación de que lo que se relata en los narcocorridos fomente valores negativos para una construcción apropiada de la sociedad, además de incentivar que se asimilen las historias como hechos de la vida cotidiana, que parezcan más cercanos a la vida de las personas de lo que en realidad son y que por ello deban aceptarse como situaciones mundanas del día a día en México. Desde luego, no debería ser así, puesto que además de intentar suavizar la gravedad de las actividades delictivas, normaliza la violencia y el crimen perpetuados por los grupos narcotraficantes que operan a lo largo y ancho del país.
Eso es lo que busca evitar la medida mencionada, cuya aplicación la hemos visto en varias entidades federativas de México en los últimos días, por ejemplo, en Aguascalientes y Texcoco. Sin embargo, estados como Baja California, Jalisco y Nayarit, entre otros, también han elaborado políticas que no permiten la interpretación de narcocorridos en espacios públicos.
Ahora, más allá de las buenas intenciones que sugieren estas medidas, ¿qué tanto podrán evitar la tergiversación de las actividades delictivas del crimen organizado como actos mundanos y de menor rechazo y condena legal y social? Y, algo igual de preocupante para todo México, especialmente para aquellos estados donde la inseguridad, lejos de disminuir, ha aumentado y hecho raíces más profundas, ¿qué tanto podrán evitar la normalización de la violencia en la sociedad mexicana?
Estas acciones de los gobiernos están pensadas para contener los efectos en la población que emanan del crimen organizado. Pero para librarnos de las múltiples consecuencias de los grupos delictivos, se necesita una política multidimensional que atienda el panorama al que se enfrenta la sociedad. No sólo se trata de prohibir la narrativa que tergiversa y lacera los valores, normas, comportamientos y reglas que debemos abrazar, sino incentivar la cultura de paz, las ideas que abonen a la coexistencia social apropiada, dotar de servicios, adecuadas condiciones educativas y oportunidades laborales suficientes a las personas.