La relación bilateral entre México y Estados Unidos (EU) está en una posición delicada. Si bien desde hace tiempo esta interacción ha presentado signos de debilitamiento, hoy en día su situación es convulsiva por los varios embistes que el presidente estadounidense ha originado con su agenda política en su segundo periodo como inquilino de la Casa Blanca.
En las relaciones internacionales se pueden observar las diversas interacciones entre actores estatales y no estatales. Sin embargo, el centro de la atención la absorben los agentes del primer grupo. Entre las relaciones más emblemáticas de los siglos XX y XXI, la de México y EU es una que ha superado los dos siglos de interacción diplomática, con sus altas y bajas.
En la relación, no se puede ocultar la interacción económica, siendo esencial para ambas naciones. Son socios comerciales fundamentales y dependen uno del otro más de lo que a veces a nosotros nos gustaría admitir. El país de las barras y las estrellas ha sido el principal socio comercial de México por mucho tiempo, mientras que del otro lado, nos hemos configurado en años recientes como el principal espacio de comercio para EU, superando a estados con capacidades gigantes, como China o la Unión Europea.
Sin embargo, situaciones como el nearshoring y cómo lo ha aprovechado México para sus intereses económicos y comerciales ha sido un tema que Washington ha mirado con recelo. La Casa Blanca invoca al T-MEC como el instrumento que no debe ser vulnerado en el proceso de regionalización en Norteamérica, exigiendo a nuestro país regularizar y limitar el nearshoring, lo que protege los intereses estadounidenses, pero reduce el beneficio para la inversión y el empleo mexicanos. Sin duda, es un área ríspida para la relación actual entre los dos Estados.
Pero otro punto de igual o mayor gravedad es el tema de la migración y seguridad. Nuestro país enfrenta de manera frecuente los intentos de injerencia y la presión de Washington para que tome medidas más severas contra el tráfico de drogas, particularmente la cocaína, marihuana y fentanilo. Ante tal escenario, la estrategia de presión total de Donald Trump amenazando con aranceles si el gobierno de Claudia Sheinbaum no reduce el volumen del tráfico de narcóticos a suelo estadounidense se ha convertido en la receta ideal para coercionar al gobierno mexicano. La cooperación es importante y es cierto que existe un problema mayúsculo de inseguridad en este sentido, pero México no debe permitir que su soberanía se vea interferida por el inquilino de la Casa Blanca.
México no es el único país con el que EU mantiene una relación ríspida en la actualidad. Muchos desearon que Trump no venciera en los comicios de hace un año, pero la realidad es diferente. Ahora, sólo piensan en que terminen los tres años del periodo de gobierno para retomar la claridad y, en muchos casos, restaurar las relaciones con Washington.
México es uno de estos países, pero no debe quedarse inactivo. EU sigue siendo un actor preponderante en las relaciones internacionales y nuestro principal socio comercial. Por ahora, la cooperación internacional en temas centrales es esencial para mantener buena relación. Ojalá que siga siendo prioridad para Sheinbaum.

