A finales del siglo XIX, inicios del XX, se da una época en la que se da el desarrollo industrial de la sociedad europea, donde se comienzan a dar algunos cambios en la sociedad francesa, inicia el movimiento llamado impresionismo, donde artistas como Claude Monet, Pierre- Auguste Renoir, Paul Cézzane, Manet, entre otros, trabajan de una manera distinta a los artistas de la academia siendo la obra El sol naciente, de Monet, el punto de partida.

Mismo tiempo en que también se da a conocer el concepto de la “femme fatale”, cuyo objetivo principal era el de dar a conocer la imagen de la mujer a través de la rebeldía, la perversidad y la letalidad, capaz de utilizar su belleza para seducir con su sensualidad todo lo que desea y con ello se empiezan a dar a conocer obras de distintos artistas de la época, donde destacan las mujeres con un predominio sexual.

Artistas como Gustav Klimt se encargaron de darle vida a estas mujeres al vivir en un fin de época y con este miedo recurrente que hay al finalizar un siglo. Surge un movimiento cultural que ayuda a que sean las mujeres los personajes principales al representarse como musas, amantes y catalizadores de un simbolismo sexual tan fuerte, mediante las pinturas ligadas al placer, en ellas se aborda al hombre en segundo plano, pero eso no es todo, estas mujeres poseen una dualidad de mujer hermosa y destructiva, las cuales han representado y revelado con estas obras a mujeres inteligentes, nada sumisas, como lo es el caso de Judith con la cabeza de Holofernes, donde claramente se destaca una sensación experimental de placer por parte de Judith al decapitar a Holofernes, y pese a que en la obra de Klimt no se ve tan arraigado esta escena destructiva y sensacionalista, en la cara de Judith vemos con bastante notoriedad su inmensa satisfacción al ver destruido a Holofernes —al haber sido su abusador—, este es un tema demasiado recurrente por los artistas y el arte cristiano.

Aunque Klimt participó con varios encargos que le hacían para contar la historia del arte de aquella época, así como para recrear el arte egipcio, griego, e italiano-renacentista, este mismo también se dio el lujo de recrear a su manera ese personaje de “femme-fatale”, pero no nada más fue él, también hemos visto obras de Edvard Much, artista noruego, quien representa en su obra de la Madonna a una mujer con sensualidad manifiesta y vampiresa por excelencia, envuelta en una sensación orgásmica que seduce al mismo espectador, pese a mirarse también como el retrato de una posible virgen con un halo rojo arriba de su cabeza, da la sensación de placer y dolor, mismo que en el año de 2004, fue robado en conjunto con el famoso Grito, en el museo de Munch, recuperándose dos años más tarde.

Franz von Stuck fue otro de los artistas que se atrevió a pintar este tipo de obras eróticas de “mujeres fatales”, marcadas por el pecado y la lujuria y que correría con suerte al no ser de los cuadros elegidos por el mismo Hitler el día que realizó la exposición de “arte degenerado”, al quemar más de mil obras al óleo y 3 mil 825 impresos artísticos, en el patio de la estación de bomberos en Berlín al estar en contra del arte modernista del momento; sin embargo, al momento se quemaron obras de artistas como Van Gogh, Rembrandt, Paul Klee, Degas, Rafael y del mismo Klimt.

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