Para entender el origen de los murales que vemos hoy en día, podemos pensar en las famosas cuevas de Altamira, pasando por las de Lascaux en Francia, donde se representaban animales con tizas, carbón vegetal y tierra de color sobre las húmedas paredes en las piedras calizas, los minoicos que datan del 2000 A.C. durante la Edad de Bronce de Creta, o los mayas, quienes también utilizaron pigmentos naturales, los griegos con su método de la sinopía (óxido rojo), y los romanos con su técnica de cera.

Llegamos a la Edad Media, con el Bizantino y la pintura gótica italiana del siglo XIV con Duccio di Buoninsegna de Siena, Giovanni Cimabue y Giotto di Bondone, este último Florentino, y como decía Boccaccio: “Giotto, le devolvió la luz a la pintura a través de sus frescos”, él crea con sus técnica en la capilla Scrovegni, también conocida como capilla de la arena, un himno al color azul, mediante el uso del lapislázuli, vemos una bóveda llena de cielo, una representación de la Virgen María, Jesús y los santos.

Pero antes de explicar qué hay en esta capilla, que por fuera se percibe de lo más sencilla, me gustaría platicar sobre quién es Giotto, pues él es nada más y nada menos que un pintor, muralista, escultor y arquitecto florentino de la Edad Media, precursor del movimiento renacentista en el “trecento”, en el que grandes artistas como Leonardo Da Vinci, Boticcelli, Masaccio, Miguel Ángel, entre otros, dejaron una huella gracias a su virtuosismo pictórico.

Se dice que por ahí de 1302 y 1305, Giotto cubrió los muros de la capilla contando algunos temas extraídos con frescos la vida de María desde su concepción hasta su muerte, junto con la de Jesús, ahí podemos encontrar incluso el día del juicio final, lo cual es un lugar que merece la pena apreciar.

Giotto fue un artista que traspasó las limitaciones del arte, al iniciar con lenguaje de representación naturalista y realismo la revalorización del mundo objetivo mediante la aplicación de volúmenes en las figuras que representaba, fue una enorme influencia para los pintores de la época en la realización de los murales, siendo la Basílica Superior de Asís, ubicada en la ciudad de Asís, en la región de Umbría, declarada Patrimonio de la Humanidad desde el 2000.

Formó parte del taller de Cenni di Peppi, también conocido como Cimabue, quien lo descubre al pintar una mosca en una de las obras, y al descubrir su talento, decide contratarlo como aprendiz, el mismo Giorgio Vasari documenta parte de la vida de estos artistas italianos de la época en su libro Vidas —un libro que, sin duda, vale la pena darle una leída—.

Algunos de los lugares donde vamos a poder encontrar su trabajo es en la Basílica Santa María Novella, en la Galería de los Uffizi, ambas en Florencia; Italia, la Basílica de Santa Croce, en Jerusalén, el museo de Bargello, en Firenze; Italia, entre otros.

Sin duda, su arte fue extremadamente innovador para la época en la que se encontraba, ya que recordemos fue un detonante para el renacimiento, movimiento que representó la transición muy significativa en la Edad Media a la edad moderna y se dio en un momento histórico cultural, cero lineal, básicamente, después de la peste, llega el renacimiento y con ello el resurgimiento de grandes artistas que recordamos hasta nuestras fechas.

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