Detrás de las decisiones políticas que gobiernan un país, siempre hay quien, desde el silencio, se encarga de tomar evidencia de lo acontecido detrás de un clic. Hoy se cumplen 80 años de los bombardeos atómicos que tuvieron lugar en Hiroshima y Nagasaki. Un día como hoy, casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en un ambiente devastado por la situación, se produjo la primera explosión a las 8:15 de la mañana en Hiroshima y después de las 11 horas en Nagasaki. Y como en toda historia, uno esperaría contar con evidencia de lo sucedido; esta no fue la excepción.

Yoshito Matsushige, un fotógrafo que trabajaba para el “Geibinichinichi Newspaper Corporation”, periódico de la localidad, tenía entonces 32 años. Al saberse con vida tras el bombardeo, sacó su cámara fotográfica, dejó a su esposa —quien estaba embarazada— y salió a registrar lo ocurrido tres horas después. Para su sorpresa, esas dos únicas imágenes reveladas y presentadas en su medio en un rollo de 36 lo marcaron para siempre.

Esas fotos no debieron ser exhibidas en ese momento, ya que en Japón existía, en aquel entonces, una política que decía que no podían mostrar imágenes perturbadoras. Por ello, las fotografías fueron resguardadas durante muchos años.

La historia que cuenta el fotoperiodista Matsushige, a través de sus fotos ayudó a que las personas encontradas en las fotos, pudieran encontrar a sus familiares, además de servir más adelante de testimoniales, sobre lo sucedido, ya que, al pasar los años, hay partes del negativo que no se pudieron recuperar.

Con estas fotografías, el artista relató en algún momento sobre el sentimiento y momentos de amenaza que sintió al tomar estas imágenes tan desgarradoras frente al puente Miyuki. Matsushige falleció hace 25 años.

Joseph Roger O'Donnell, o Joe O'Donnell, como se le conoce, fue otro fotoperiodista estadounidense que documentó, al igual que Matsushige, este momento, aunque lo hizo un mes después. Él se encontraba en Nagasaki, y la fotografía más poderosa que capturó es la de un niño cargando a su hermano en la espalda. Sin duda, una escena común en todos los tiempos, pero ese día en específico, mostró a un niño de entre 9 y 10 años cargando sobre su espalda a su hermano menor, de aproximadamente 4 años, cuyo cuello colgaba inerte, ya sin vida.

Para ejemplificar mejor, la imagen que retrata se asemeja a la escena que viene a la mente en la película La tumba de las luciérnagas, de Studio Ghibli, cuando Seita carga a su pequeña hermana Setsuko, justo después de la explosión.

Lo cierto es que lo sucedido inspiró al escritor Akiyuki Nosaka a realizar, junto con Studio Ghibli, esta conmovedora historia, considerada una importante representación de la literatura japonesa de la posguerra. Aunque Nosaka no vivió los bombardeos —era muy pequeño—, sí fue damnificado por la guerra en Kobe durante la Segunda Guerra Mundial. De alguna forma, la fotografía de O'Donnell sirvió como testimonio de lo ocurrido, dejando un legado de imágenes muy crudas que hoy recordamos de manera explícita, gracias al trabajo de artistas de la lente, quienes nos compartieron estos acontecimientos en una época en la que hacer clic no era tan fácil como lo es ahora.

Se dice que, tras ver sus fotografías en la Casa Blanca, O'Donnell se convirtió en fotógrafo de varios presidentes. Murió a los 85 años, a causa de una enfermedad relacionada con la radiación que habría contraído durante su tiempo en Japón, mientras cubría este devastador ataque.

Hoy en día, a raíz de estos acontecimientos, existen sitios emblemáticos como el "Museo de la Paz" en Hiroshima, el cual conserva fotografías de algunos sobrevivientes del ataque, como recordatorio del poder destructivo de las armas nucleares y con el fin de promover la paz.

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