En las artes, la crítica social ha sido uno de los factores por lo que algunas obras pictóricas han sido sacadas del mercado, al desafiar las normas establecidas en una determinada época, existen obras que han sido censuradas, descalificadas o retiradas del mercado.
Algunos artistas han sufrido estos bloqueos por ir en contra de los ideales del momento, un ejemplo reciente, en pleno siglo XXI, fue el que se tuvo en meses pasados con el artista Fabián Cháirez. Sin embargo, si le rascamos un poco más a la historia vemos que el arte ha sufrido muchas incomodidades al respecto, dando como resultado obras que se han quedado ocultas por mucho tiempo.
Tal es el caso de Antonio Fillol Granell, quien fuera un pintor valenciano, del Barrio del Carmen, de 1830, hijo de un zapatero, estudió en la escuela de Bellas Artes de San Carlos, allá en Valencia, España. Fue un personaje muy reconocido al hacer paisaje, retrato, ilustrar novelas como “la barraca”, de Vicente Blasco Ibáñez, y sobre todo porque tenía un interés muy especial por la pintura social. Alguno de los temas que retrató le dieron medallas, otros más le fueron cuestionados al retratar temas fuertes de la época como la prostitución, la pederastia, imágenes sociales de fieles, sensibles y humildes en contextos sociales.
Al ser un artista cercano a la clase social baja y conocer de primera mano las necesidades y atrocidades por las que se pasaban en esos momentos es que decide realizar la obra del “El sátiro”, retratado en 1906, en ella detalla cada aspecto de los personajes al interior de la cárcel de Torres Quart, en Valencia, donde destaca la violación de una menor por un pederasta. En el retrato vemos una escena que lo dice todo al poner mayor atención a la niña de aproximadamente 10 años, quién va acompañada de su abuelo – el señor de la camisa azul- en la niña, se ve nervio y miedo por tener que detectar al hombre que abusó de ella, lo mismo que al mirar la manera en la que se está mordiendo las uñas.
Los funcionarios que se ven al fondo a la derecha de la imagen, tienen una mirada de aburrimiento y desdén, como si fuera un caso más que atender, demuestra la parte fría con la que vivía la gente de ese momento. Pues esa obra por retratar esta crítica fue vetada, por haber sido muy fuerte para la época y fue hasta el 2015, que se rescató esta obra, por más de cien años y que se puede ver con todo y sus detalles expuesta en el museo del Prado, seguramente debió haber sido restaurada para poder darle viveza a los colores con los que se contaba en su formato original.
Y es así como a menudo, la obra de arte se convierte en un espejo de las tensiones sociales y políticas de su tiempo, algunas bajo el “mismo criterio” han sido vetadas y otras no, como la de “Flor deshecha”, realizada por el mismo autor, que retrata a una mujer perdiendo su virginidad.
En el caso de artistas como Goya, quien retrató la brutalidad de la guerra y las injusticias de la nobleza, o Picasso con su famoso “Guernica”, la pintura se convierte en un testimonio desgarrador de las tragedias que se viven en los márgenes de la historia.
Otras más han sido eliminadas no solo de exposiciones, sino incluso destruidas por ir contra los ideales autoritarios, como le sucedió al muralista Diego Rivera, cuando realizaba su mural titulado “El hombre en la Encrucijada” en el Centro de Rockefeller, en el edificio de Nueva York en 1933 y recientemente fue expuesto en año pasado en el Museo del Palacio de Bellas Artes, con sus bocetos y fotografías remontando y contando lo sucedido.
Este fenómeno pone en evidencia la vulnerabilidad de las artes en medio de la liberación y el cuestionamiento a los acontecimientos sociales, de tal forma que sin importar la época se vive un desafío hacia la censura a lo largo de la historia.