Hablar del arte japonés es hablar del reflejo de la relación naturaleza con la humanidad, la cual surge mediante las ideas de otras culturas, con enfoque ecléctico, no solamente lo más representativo del arte japonés es la relación del manga, su gastronomía, lo que queda de los estudios Ghibli, el anime, los kimonos, el teatro kabuki, el cosplay, si no que Japón ha desarrollado su cultura pop, partiendo de la variedad de medios y materiales, donde la caligrafía, la cerámica, la pintura y el dibujo es lo que más destaca.

En sus inicios, por ejemplo, las primeras esculturas japonesas se realizaron en materiales de arcilla y cerámica, realizaban figuras de tierra, mejor conocidas como dogú, hechas en cerámica, con forma de pequeños humanoides, muy detalladas por cierto y de un tamaño de 10 a 30 cm, algunas parecidas a las vasijas que hemos visto en la cultura mexica.

Me gustaría pensar que parte de la razón por la que el arte japonés no se da a conocer tanto es que se tiene la idea de que estudiar arte en Japón es solo para unos cuantos, al ser una carrera costosa y porque es vista mayormente por los hijos de algunas personas adineradas.

Algunas escuelas, como el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Xalapa, Veracruz, o en la Universidad de Oaxaca han realizado convenios entre académicos, estudiantes e investigadores con algunos artistas del país del sol naciente para nutrirse de manera mutua, para no ver solamente a Japón como la parte de las autopartes y el de las armadoras de vehículos, también se puede lograr una sinergia importante en manera artística.

Los trabajos que realizan con sensaciones y movimientos plasmados en la mayoría en las obras como un referente al enigma de lo que pueden converger dos culturas tan distintas como la orientan y la occidental en un mismo lugar.

Quisiera imaginar que, así como el maestro Takeda, deben existir muchos artistas japoneses interesados en coincidir con el colorido que emerge de los cuadros que caracteriza a nuestra cultura de occidente.

Hacer coincidir dos culturas en un mismo lugar, siendo el arte nipón y el mexicano un puente para unir ambos países, suena a que sería un encuentro de mucha diversidad tanto de técnicas, tecnologías y creativa innovación en el mundo del arte.

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