Ahora sí que mencionaremos la famosa frase “observamos, pero no juzgamos”. Y es que vivimos en una época en la que viajar ya no es un gusto personal, sino una especie de obligación moral. Si no estás posteando tu desayuno en un balcón con vista al mar o una selfie junto a una estatua que no sabes quién es, pero todo el mundo la fotografía, pareciera que estás fracasando como ser humano. Pero permítanme romper una lanza en favor de un grupo cada vez más silenciado: los que no disfrutan viajar. Sí, existen. Y no, no están rotos. Sé por algunos que sienten más ansiedad que emoción ante la idea de planear un viaje. No encuentran placer en hacer maletas, imprimir boletos, revisar itinerarios, y mucho menos en pasar por el detector de metales descalzos en un aeropuerto lleno de gente corriendo como si estuviera a punto de acabarse el mundo. A veces ni siquiera es por ansiedad. Simplemente no les interesa. Así como hay quienes no disfrutan del picante, de la música pop o del cine de terror, también hay personas que no se emocionan ante la palabra viaje. Y eso está bien, no a todos nos tiene que gustar o emocionar lo mismo.
Sobre todo, porque nos han vendido con marketing estilo postal de Instagram que viajar te convierte automáticamente en alguien más sabio, más abierto, más profundo. Como si coleccionar sellos en el pasaporte fuera sinónimo de iluminación espiritual, pero, “spoiler”, no siempre lo es. Conozco personas que no han salido jamás de su ciudad y tienen una visión del mundo mucho más amplia que algunas que han cruzado medio planeta… pero solo para tomarse fotos y buscar Starbucks con WiFi decente. La experiencia no está en la distancia recorrida, sino en cómo observas, escuchas y te relacionas, estés donde estés. En mi caso, estoy de lado de todos aquellos que disfrutan viajar, pero no me agrada cuando quienes no comprenden que también existe el grupo que no disfruta de los viajes hacen cara de extrañeza y juicio, tildándolos de aburridos, temerosos o poco curiosos, cuando no querer viajar no implica necesariamente una vida sin riqueza emocional o intelectual. Hay quienes encuentran sentido y disfrute en lo cotidiano, en la rutina, en los pequeños placeres de la vida doméstica o en el profundo conocimiento de su propio entorno. Para algunas personas, viajar es agotador. Suena fuerte, pero para ese sector, las vacaciones pueden sentirse como trabajo mal pagado. Caminar durante horas por una ciudad desconocida bajo el sol del mediodía con una mochila que pesa como tus decisiones mal tomadas, no es precisamente un descanso. A eso se le suma la culpa de “ya que estás aquí, ¡tienes que aprovechar!”. A veces el único viaje que alguien necesita es del cuarto a la sala. O al refrigerador. Para algunos las vacaciones ideales es internarse en un hotel todo incluido, sin salir a explorar.
Queridos lectores, parece la era del viaje obligatorio, si no lo estás haciendo, se sospecha que estás malgastando tu vida, pero saben, es mejor estar en tu propio espacio sin tener que fingir entusiasmo por algo que simplemente no es para ti. Así que si conocen a alguien que prefiere quedarse en casa, no lo juzguen, hay quienes no necesitan moverse mucho para estar despiertos. Y muchas veces quedarse quieto también es una forma de explorar el mundo. ¿Tú a qué grupo perteneces?
*Periodista y conductora
Premio Internacional de
Periodismo Turístico 2022
Otorgado por la OMPT
Instagram @NatividadSancheB
Facebook.com/NatividadSánchezB