Natividad Sánchez

Tulum: Glamour digital, crisis real

El paraíso que se vende en redes sociales contrasta brutalmente con la experiencia diaria de quienes habitan el municipio. A esto se suma la creciente inseguridad

Ese rincón del Caribe mexicano que durante años fue sinónimo de belleza natural, de una placentera visita a su zona arqueológica con el mar de fondo, de una mirada espiritual, y una cena romántica a pie de playa, hoy está atrapado entre el mito y la realidad. Lo que alguna vez fue una aldea costera bohemia, y famosa por su vibra relajada, se ha transformado en un destino que lidia con múltiples crisis: altos costos, exclusión social, falta de infraestructura, inseguridad y una romantización desmedida en redes sociales que maquilla un deterioro que no se puede ocultar más. Tulum enfrenta una caída en la ocupación hotelera, que en los últimos meses rondó entre el 30 y el 48 %, cifras impensables para un destino que hace pocos años era uno de los más deseados del mundo. Esta baja se explica no solo por el aumento global de precios, sino también por una sensación creciente de que ha dejado de ser accesible y seguro. Los turistas nacionales se quejan del trato desigual que reciben frente a los extranjeros, principalmente por los cobros excesivos para acceder a playas que por ley deberían ser públicas. Aunque existen precios diferenciados para residentes, el trámite para demostrarlo es engorroso y en algunos casos humillante. En algunos hoteles se han documentado cobros de hasta 3 mil pesos por sesión de fotos para presumir en redes sociales. Aún cuando solo quieras tomar una imagen con la afamada escultura “Ven a la luz”, que está justo a la entrada del hotel Ahau Tulum, tendrás que pagar entre 5 y 10 dólares, es decir, entre 100 y 200 pesos por persona, además del estacionamiento. A esto se suma el costo de la experiencia culinaria, que ha dejado de estar al alcance del visitante promedio. No es raro encontrar menús donde un desayuno sencillo supera los 600 pesos por persona, o cenas para dos personas que fácilmente rebasan los 5 mil, sin incluir bebidas.

Este proceso ha ido acompañado de una transformación urbana caótica. Tulum sufre un déficit de más de 7 mil viviendas, por lo que muchas personas viven en asentamientos irregulares sin servicios básicos. Lamentablemente, la infraestructura no ha crecido al mismo ritmo que la expansión inmobiliaria y turística. El paraíso que se vende en redes sociales contrasta brutalmente con la experiencia diaria de quienes habitan el municipio. A esto se suma la creciente inseguridad. En los últimos años se han reportado robos, extorsiones, ataques a turistas e incluso asesinatos de funcionarios públicos, como el del secretario de seguridad del municipio en marzo pasado. Pero quizás uno de los factores más distorsionantes es la romantización constante de Tulum en redes sociales. Influencers y celebridades siguen mostrando una versión idealizada del lugar: playas privadas, cenas a la luz de las velas, rituales de sanación y outfits boho que poco tienen que ver con el día a día del residente promedio.

Queridos lectores, a mi parecer la crisis de Tulum es, en realidad, una suma de negligencias: una planeación urbana deficiente, políticas turísticas poco inclusivas, un modelo económico que prioriza el lujo extranjero sobre el bienestar local, y una narrativa digital que embellece lo que en muchos casos ya es invivible. Pero si no se atiende, no podrá corregir el rumbo, pues hace falta voluntad política, participación ciudadana real, y un nuevo modelo turístico que ponga al centro a las personas, no solo al capital extranjero. El Caribe no puede seguir siendo tierra de nadie, ni un escenario al servicio de Instagram, o ¿ustedes qué opinan?

Periodista y conductora

Premio Internacional de Periodismo Turístico 2022

Otorgado por la OMPT

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