En los últimos meses hemos visto cómo los transportes autónomos, esos vehículos sin conductor que parecen sacados de una película futurista, han comenzado a circular en zonas turísticas de alta demanda en países como Estados Unidos, China, Alemania o Francia. Desde pequeños shuttles eléctricos en centros históricos hasta coches autónomos que guían a los visitantes por rutas panorámicas. La promesa es clara: eficiencia, seguridad y una experiencia sin complicaciones. Pero, ¿qué estamos ganando realmente… y qué podríamos estar perdiendo? Los vehículos autónomos ofrecen beneficios innegables. Son sostenibles, reducen la huella de carbono y minimizan el error humano. Al eliminar la necesidad de un conductor, se reducen costos operativos y se permite un servicio más constante, las 24 horas del día. Sin embargo, no todo es color de rosa, hay implicaciones que van más allá de la tecnología. Para mí, el turismo es una experiencia humana. Muchas veces, el chofer se convierte en guía, es nuestro primer contacto con la cultura del lugar. Esa charla informal en el camino al hotel, esa recomendación espontánea sobre dónde comer o qué visitar fuera del circuito turístico, puede ser más valiosa que cualquier audioguía enlatada. La automatización elimina este componente humano y corre el riesgo de convertir el viaje en algo mecánico, uniforme y sin alma. Además, está el tema laboral. En muchos destinos turísticos conducir es una fuente importante de empleo para locales. Sustituirlos por sistemas autónomos puede aumentar la brecha de desigualdad, especialmente en comunidades donde el turismo es el principal motor económico.
Hace unas semanas tuve oportunidad de subir a uno de estos vehículos en San Francisco, California, Estados Unidos. Utilizamos un Waymo, y sí, en definitiva, es una experiencia única, desde la forma de solicitarlo, hasta que llega, te recibe e inicia tu viaje cuando todos los pasajeros están en sus asientos totalmente seguros. Es toda una novedad, pues no hay conductor y la mayoría va grabando todo lo que sucede. Los conductores de taxis de aplicación nos comentaron que en realidad estos autos no compiten con ellos, pues los turistas son los que los toman para vivir la experiencia, pero después de vivirla, vuelven a solicitar en Uber, Lyft o cualquier otra plataforma. En el precio es prácticamente lo doble de lo que pagarías en una plataforma de las más comunes. El transporte autónomo comenzó con sus debidas regulaciones en este 2025. Los sitios en donde ya puedes encontrarlos son: Estados Unidos como Waymo (Alphabet/Google) en Phoenix, San Francisco y Los Ángeles, Cruise (GM) en San Francisco y Austin. En China, Baidu (Apollo Go) y AutoX ya ofrecen robotaxis en ciudades como Wuhan, Chongqing, Beijing y Shenzhen. Berlín, Hamburgo y Múnich han sido escenarios de pruebas de autobuses autónomos (por parte de Mercedes-Benz y otros startups). En Lyon, París y otras ciudades han probado minibuses autónomos (Navya, EasyMile) en rutas fijas para transporte turístico o vecinal.
Queridos lectores, yo creo que lo ideal no es rechazar el avance tecnológico, sino integrarlo de manera consciente, es decir, sabiéndolo aprovechar, quizá, usarlos para rutas estándar, y preservar aquellos espacios donde el contacto humano aún enriquece la experiencia. Porque al final, viajar no se trata solo de llegar de un punto A a un punto B, sino de lo que ocurre en el trayecto. Y en ese camino, la tecnología no debe ser un sustituto de lo humano, sino un aliado. Y ustedes, ¿ya tuvieron la experiencia?
*Periodista y conductora
Premio Internacional de
Periodismo Turístico 2022
Otorgado por la OMPT
Instagram @NatividadSancheB
Facebook.com/NatividadSánchezB