Si algo nos dejó claro 2025 es que viajar sigue siendo uno de los actos más humanos que existen: movernos para encontrarnos, para curarnos, para celebrarnos. Fue un año que lo tuvo todo: récords inesperados, sobresaltos que sacudieron la industria, destinos que renacieron, rutas que cerraron y abrieron con la misma rapidez con la que cambia el clima global. Este año, el turismo superó cifras prepandemia en muchos países. México, España, Japón y Grecia vivieron una oleada de visitantes que rebasó pronósticos. Vimos aeropuertos saturados, hoteles llenos en temporadas que solían ser bajas y un regreso con fuerza del viajero que busca experiencias más conscientes: caminatas, gastronomía local, comunidades rurales que por fin recibieron la atención que merecen. Los Pueblos Mágicos mexicanos siguieron brillando, algunos incluso demasiado, mientras que ciudades saturadas como Barcelona, Venecia y Ámsterdam reforzaron medidas para controlar el flujo turístico y proteger su identidad.

Pero también fue un año inquieto. Las aerolíneas enfrentaron problemas técnicos, huelgas inesperadas, y fenómenos climáticos extremos que dejaron varados a miles. Incendios, tormentas atípicas y olas de calor obligaron a replantear rutas y provocar pausas obligadas.

El turismo, una industria que depende profundamente del clima y la estabilidad, volvió a recordarnos su fragilidad. Varios destinos tuvieron que acelerar estrategias de resiliencia, sustentabilidad y diversificación; ya no se puede vivir solo de la temporada alta.

También nos sorprendió 2025 con nuevas tendencias: la popularidad del “viaje lento”, el aumento de destinos que impulsan el turismo espiritual y de sanación, y la consolidación del nómada digital como figura permanente en el mapa. Además, vimos surgir una generación de viajeros que prioriza seguridad, accesibilidad y tecnología: itinerarios hechos por IA, traductores simultáneos en tiempo real y alojamientos hiperpersonalizados se volvieron parte del día a día.

Por otro lado, no faltaron los momentos oscuros. Desde ataques en zonas turísticas hasta conflictos regionales que frenaron rutas enteras, el turismo no estuvo exento de los riesgos globales. Cada suceso sacudió la confianza, pero también obligó a gobiernos y empresas a replantear protocolos y fortalecer la seguridad para atraer a un viajero más consciente, más informado y, a veces, más exigente. Aun así, el espíritu de viajar venció.

El cierre de 2025 nos deja un balance vibrante: crecimos, aprendimos, nos movimos más que nunca y entendimos que el turismo es un termómetro emocional del mundo. Lo que busca el viajero dice mucho de lo que necesita la sociedad.

Queridos lectores, cerramos 2025 con la maleta a medio cerrar, porque lo bien vivido no se guarda: se vuelve punto de partida. Y si algo es seguro, es que 2026 nos encontrará, otra vez, en movimiento. Les deseo que el siguiente año este lleno de muchas alegrías, bendiciones y desde luego, de muchos viajes.

Google News