En los últimos años, el tema de los asientos en los aviones ha generado un debate cada vez más candente, especialmente con el auge de las redes sociales, donde cualquier situación en un vuelo puede convertirse en una controversia viral. Uno de los temas más discutidos es la presión explícita o implícita que algunos pasajeros sienten para ceder su asiento a otros, muchas veces por razones emocionales, familiares o de conveniencia, pero no siempre justas. Cuando un pasajero reserva su boleto, especialmente en vuelos largos o con aerolíneas que cobran por la elección, la ubicación suele ser muy pensada: una ventana para dormir, un pasillo por motivos médicos, o estar cerca del baño o de la salida por comodidad. Sin embargo, no es raro que, al abordar, otro pasajero pida que se le ceda ese asiento por una razón personal, como querer sentarse junto a un hijo, pareja o familiar. Aunque en algunos casos hay buena voluntad y comprensión, también han surgido situaciones injustas o incómodas, donde se culpa o se avergüenza públicamente a quien decide no ceder su asiento, como si su negativa fuera un acto de egoísmo. El caso más reciente es el de Jeniffer Castro, una brasileña que subió a un vuelo de GOL Airlines, que se negó a ceder. Ella cuenta que al abordar vio a un niño ocupando su asiento en ventanilla, que había reservado previamente. Y aunque la familia ya contaba con otro asiento de ventana, el menor quería específicamente ese lugar, y ella se negó a cambiarlo, por lo que, esperó hasta que el niño se moviera para ocupar su asiento. Un pasajero grabó el incidente sin su autorización, y la madre del niño la increpó durante el vuelo, calificándola de “repugnante” por supuestamente no tener empatía hacia los niños. Ahora la pasajera ha interpuesto una demanda en contra de la madre y la aerolínea. Desde luego, ha habido casos similares, donde hombres adultos piden intercambiar con adolescentes o mujeres: Algunos reportes muestran que estas situaciones pueden volverse incómodas o intimidantes, especialmente si la persona que se niega a ceder el asiento recibe miradas o presión del resto de los pasajeros.
Ojo, aquí es importante señalar que la etiqueta aérea no exige a nadie ceder su asiento. La mayoría de los expertos en viajes concuerdan en lo siguiente: Pedir un cambio de asiento está bien, pero debe hacerse con respeto y aceptar un “no” sin presión. No todos los asientos valen lo mismo. Los precios varían considerablemente según diversos factores, como la anticipación con la que se realiza la compra, la temporada del año, la duración del vuelo y la clase elegida (económica, ejecutiva o primera clase), motivo por el que algunos usuarios se niegan a cederlo. Si alguien tiene un mejor asiento, ofrecer uno inferior a cambio, no es justo. Las aerolíneas son responsables de sentar a familias juntas, especialmente si los boletos se compraron juntos. No es deber de los demás resolverlo.
Queridos lectores, en un mundo ideal, todos estaríamos sentados exactamente donde cada quien quisiera. Pero la realidad de los vuelos es otra: espacio limitado, asientos caros y logística complicada. Pedir un cambio puede ser válido, pero nadie debería sentirse obligado a ceder su lugar, y mucho menos sufrir críticas por tomar una decisión razonable. Ceder el asiento es un acto de cortesía, no un deber. Y como todo en la vida, el respeto mutuo debería ser la norma, incluso a 30.000 pies de altura. ¿Ustedes qué opinan, les ha tocado ceder su asiento?
Periodista y conductora
Premio Internacional de
Periodismo Turístico 2022
Otorgado por la OMPT
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