A menudo se habla de la importancia de la salud mental en la prevención del suicidio, que es la consecuencia más grave de la falta de atención. Pero no es la única; existen otras manifestaciones silenciosas y cotidianas que también afectan la vida de las personas, obstaculizando su desarrollo pleno y generando un costo significativo en la salud pública.
La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona reconoce sus capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad. La salud mental es la plenitud de una de las cuatro dimensiones de la persona: física, mental, social y espiritual. Estas dimensiones están íntimamente ligadas, y el deterioro de una inevitablemente repercute en las demás. Por ejemplo, el estrés, normalizado en sociedades que glorifican la prisa y la productividad, abre la puerta a enfermedades físicas, desgastando los sistemas de protección del cuerpo al mantenerlo en alerta constante. En lo emocional, debilita la concentración, incrementa la irritabilidad y deteriora las relaciones interpersonales, pudiendo también provocar un vacío de sentido o una desconexión interior. Lo más preocupante es que muchas veces se confunde con fortaleza, cuando en realidad es un desgaste silencioso que nos roba energía vital.
Entonces, hablar de salud mental es hablar de un estado de bienestar que nos permite pensar con claridad, regular nuestras emociones, tomar decisiones libres, relacionarnos de manera sana con otros y sostener un sentido de propósito, contribuyendo al equilibrio dinámico de las cuatro dimensiones. Para cuidar nuestra salud mental es importante cultivar recursos personales y contar con recursos comunitarios e institucionales accesibles para recuperar la armonía cuando una esfera se desajusta.
Ante la magnitud de las necesidades actuales, la prevención es una estrategia crucial. Esto implica promover una cultura del autocuidado emocional desde edades tempranas, abrir espacios de escucha en las escuelas y capacitar a profesionales de primer contacto que puedan identificar necesidades de atención inmediata. Prevenir no significa ignorar la necesidad de atención clínica, sino reducir la carga para los recursos institucionales y, a su vez, generar agencia en las personas para construir entornos más saludables. Hablar de salud mental es hablar de dignidad, de derecho al bienestar y de la posibilidad de vivir en equilibrio. Reconocerla como una necesidad fundamental humana y promover su acceso y cuidado es un compromiso social, no solo individual.
Directora de Salud Integral. U. Anáhuac Querétaro