Fiel a su estilo despótico, López Obrador se exhibe nuevamente al señalar que “la bandera es de todos, hasta de los traidores a la patria”, en presunta alusión a los ciudadanos inconformes que han salido a las calles —una y otra vez— para mostrar su indignación y rechazo por las mentiras, ineficacia, corrupción y antidemocracia del gobierno morenista.
Y, debido a ello, recibió una contestación punzante por parte de Xóchitl Gálvez, la candidata de Fuerza y Corazón por México: “Él será el traidor a la patria porque él traicionó a los mexicanos entregándole el país a la delincuencia. Es un presidente que saludó a la mamá del Chapo, es un presidente que saludó a los delincuentes en Badiraguato las siete veces que fue, y es un presidente que liberó a Ovidio (Guzmán). Si hablamos de traidores a la patria, pues él tendría que ponerse en primer lugar”.
Nuestra bandera —que no es propiedad del tabasqueño— es símbolo de la identidad nacional y ello supera tanto sus confusiones históricas como sus errores del presente.
Su distorsionada autoimagen lo lleva a considerarse algo así como “salvador de la patria”, “héroe nacional”, tlatoani digno de tributo, líder del bando de los buenos, juez plenipotenciario, víctima incomprendida, justiciero o vengador de película mexicana; y, el pueblo mismo.
Ahora bien, es justo registrar que estas deformaciones han sido alimentadas por aplaudidores incondicionales y conversos que han logrado su perdón y su gracia.
Basta tener presente el pronunciamiento de 59 senadores de Morena y 3 de Encuentro Social, a mediados de febrero de 2022, cuando señalaron: ”El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria (sic) y al pueblo; los opositores al presidente, por consiguiente, buscan detener los avances…”. De chiste, ¿qué más encarna?, para ellos, claro.
Cree tener la potestad —con base a su cuestionable sentido de traición— de poder definir quién sí y quién no es traidor a la patria. Desorientado, intenta equiparar esta traición —contenida y descrita en el Código Penal— con el rechazo ciudadano —legítimo y abierto— a sus ocurrencias y desaciertos.
Recordemos que él y algunos morenistas acusaron de traición a la patria a 223 diputados opositores por rechazar su reforma eléctrica.
Y entonces, como ahora, ninguno de los críticos y opositores se enmarcan en los supuestos de los ordenamientos legales. Son descalificaciones gratuitas. Conviene retomar, también, que ante el hecho de que la bancada morenista decidió no apoyar a guerrerenses víctimas del huracán Otis, la diputada de ese partido, Selene Ávila, declaró que “son traidores, vividores, los traidores a la patria están en Morena”.
López Obrador se altera al comprobar que miles y miles de mexicanos libres lo repudian, ahora en la llamada marea rosa. No es capaz de aceptar que el disenso, además de un derecho, es una condición democrática fundamental que no representa traición alguna, y a la patria menos. Alguien debería recordarle que no representa a la patria, mientras se envuelve en su bandera, la de la demagogia.