El hecho de que Samuel García, ahora conocido como Samlo –por aquello de que sólo la S es suya y lo demás es totalmente AMLO-, haya fracasado en su intento de convertirse en candidato presidencial permanente por parte de Movimiento Ciudadano (MC) para restarle votos al frente opositor, de ninguna manera significa que la estrategia de elección de Estado, encabezada por López Obrador, haya quedado atrás. No, de ninguna manera.

Y es que el elegido para abordar a las clases medias –esas a las que el presidente se ha encargado de criticar y menospreciar con toda su politiquería-, por poco que se queda como el perro de las dos tortas: sin ninguna.

Ante la necesidad de ir por los sufragios de los muchos sectores agraviados por los resentimientos y las calumnias del jefe del Ejecutivo, seleccionaron a García como el muchacho del presidente y, también, hay que decirlo, de Don Dante -así le llama-, quien resulta funcional al morenismo.

No es casual que López Obrador sigue apapachando y defendiendo, de manera inusual, a su enviado y repitiera la cantaleta de siempre contra opositores. Tampoco lo es que, como su manager, Samlo inventara falsedad tras falsedad para justificar la maniobra en la que fue protagonista.

Le fueron cultivando la ambición y aprovechando esa juventud que suele presumir García. Le pusieron el dulce y se lo comió. Así se incorporó al juego sucio, con prácticas morenistas, claro. ¿A cambio de qué?

A mediados de septiembre tuvimos una anécdota aleccionadora: el presidente exclamó que el entonces gobernador nuevoleonés, Samuel García, había entendido que deben trabajar juntos y, también, que había dejado la politiquería. ¡Imagínese! Pero eso es peccata minuta si lo comparamos con la obsesión por el poder y su desprecio por la verdad, la ley y la democracia.

Lo que se le recuerda una y otra vez a Samlo es que, como parte de su crítica al exgobernador Jaime Rodríguez, enfatizó públicamente: “No me voy a distraer como El Bronco, voy a estar seis años completos”. Pero, como dicen, cae más rápido un hablador que un cojo. Dejó el cargo por los cantos de quienes le calentaron la cabeza.

Así que su propaganda imaginativa de que MC está ubicado como segunda fuerza electoral nacional; que él ocupaba el segundo lugar en la contienda; que Nuevo León era lo más importante para él; que representaba algo nuevo contra la vieja política -pero no de los viejos políticos a los que responde, habría que puntualizar-; y tantas otras mentiras, pues quedaron en la basura.

Finalmente, ante la repetición de errores y las evidencias de sus embustes, tuvo que volver a la gubernatura, la cual, por cierto, estuvo a casi nada de perder. Y, claro, poder cuidarse las espaldas.

La caída no fue menor, la exhibición tampoco.

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