Ante las acusaciones contra Adán Augusto López, Noroña, Cuauhtémoc Blanco, Rocha Moya, “Pepín” López Obrador y tantos otros impunes; la transa de la supuesta elección —y en general la reforma judicial—; las exhibiciones del grupo morenista dorado que contradice el fallido decálogo presidencial; las lujosas vacaciones de viajeros del bienestar (el suyo); los conocidos errores de autoridades de su partido ante las intensas lluvias; los escándalos de corrupción (como el huachicol fiscal); la falta de apoyo al hoy occiso alcalde de Uruapan, Carlos Manso —valiente líder crítico y potencial candidato a gobernador de Michoacán—, y la indignación que ello ha suscitado; Claudia Sheinbaum se ha mostrado errática y desmedida, al intimidar, satanizar y repartir calificativos siguiendo el manualito lopezobradorista de creación de enemigos, conspiraciones, polarización y victimización para justificarse.

Habría que agregar la falta de autocrítica en la insostenible y triunfalista narrativa oficial, sin asumir que las víctimas son familias de asesinados y desaparecidos; limoneros y aguacateros extorsionados; agricultores que ya no saben qué hacer; damnificados olvidados; transportistas asaltados; enfermos que no reciben medicinas; en fin, tantos mexicanos que padecen ineficiencias y abusos.

Por ello, la legítima y nutrida marcha del 15 de noviembre, convocada por la llamada Generación Z —que terminó siendo intergeneracional, incluyendo familias—; que se multiplicó en más de 50 ciudades, también alteró a Sheinbaum.

Pusieron vallas y acrecentaron la ofensiva de descrédito para desvirtuar la manifestación pacífica de protesta.

La violencia fue provocada por el Bloque Negro —tan tolerado por el oficialismo—, no por quienes exigían justicia y paz; rechazaron la corrupción; y gritaron “¡Fuera Morena!” y “¡Narco Gobierno!”. Sí, el mismo gobierno populista y autoritario que afirma no reprimir, pero lo hace con granaderos que —dicen— tampoco existen; a diferencia de otros eventos donde se causaron destrozos, la policía no intervenía y el oficialismo decía que no caería en provocaciones.

Hay que evitar la violencia —siempre— y detener a verdaderos responsables, no a inocentes.

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