Parece confirmarse la culpabilidad política (deliberada, por incapacidad o negligencia), cuando menos, de quien quería purificar la vida pública —el demagogo de Macuspana—, y sacaba su pañuelo blanco asegurando: “ya no hay corrupción”; y el tema ahora es conocer en qué grado y en cuántos asuntos.
En seguridad es evidente el fracaso de “abrazos, no balazos”, con un lamentable saldo de alrededor de 200 mil homicidios dolosos, así como el avance del crimen organizado en el territorio nacional. Pero, si esto es de suyo terrible y escandaloso, hay otros campos donde su huella resulta dramática.
El retroceso democrático es innegable, mismo que se continúa durante el presente sexenio y se consolida con la farsa electoral de la mal llamada reforma judicial. Y la peligrosa reforma electoral diseñada para perpetuarse en el poder hiperpresidencialista que construyen en detrimento del sistema democrático.
Pero, para profundizar en su culpabilidad, es importante retomar los dichos del propio López Obrador:
· “Lo cierto es que el presidente de México tiene toda la información(...) Todos los presidentes saben lo que sucede, además es un sistema político presidencialista”. (16 de agosto, 2019)
· “El Presidente de México se entera de todo, y no hay un negocio jugoso que se haga sin el visto bueno del Presidente, para que quede claro. Si hacen una transa, grande, grande, grande, es porque el Presidente lo permitió”. (28 de septiembre, 2019)
·“Nada de que el Presidente no sabía, no se enteraba, lo engañaban, eso es falso, el Presidente de México está enterado de todo lo que sucede, y las transas grandes que se llevaban a cabo —y que se pudiesen realizar, si nosotros no cumpliéramos con nuestro compromiso de gobernar con honestidad—; todas esas transas llevan el visto bueno del Presidente, aunque no firme, él autoriza, él tolera, él permite”. (15 de octubre 2019).
Según sus palabras, podemos deducir que consintió, dio el visto bueno, y hasta protegió —pues sabía todo, según planteó— lo relativo al desfalco en Segalmex a cargo de su amigo Ignacio Ovalle (cuando menos 3 mil millones de pesos); el contrabando y corrupción en hidrocarburos y huachicol fiscal (más de 170 mil millones de pesos); asignaciones oscuras en obras como Tren Maya, AIFA y Refinería Dos Bocas; lo relacionado con Andy López Beltrán y sus amigos; las actividades de Hernán Bermúdez Requena, presunto líder de La Barredora y exsecretario de Seguridad en Tabasco durante el gobierno de Adán Augusto López, coordinador de senadores morenistas; en fin, la lista es muy larga.
Habrá que analizar si López Obrador participó —directa y/o indirectamente—, dejó hacer, amparó —o alguna combinación de estas—, según los casos y sus intereses.
Los acontecimientos de corrupción que se destapan y acumulan —e incluyen funcionarios y hasta algunos miembros de la Marina, entre otros implicados—, cuestionan seria y políticamente su inicial presunción de inocencia. Sí, según los propios parámetros de AMLO.