Diariamente se registran hechos que desmienten paraísos que sólo existen en la demagogia populista. Así ocurre, por ejemplo, respecto a que no se producía fentanilo en el país (porque llega de China); ya no existe escasez de medicamentos; o bien, tendríamos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, y tantas otras mentiras y tonterías repetidas desde Palacio Nacional.

Qué tal aquella otra de que “el presidente de la república -según López Obrador- no va a tolerar nunca la corrupción, de nadie. Se acaba la impunidad”. Así el cuentacuentos.

Estos paraísos, entre comillas, se presentan como resultado del trabajo de quienes, mesiánicos, se asumieron o asumen -según el caso- como salvadores morales e históricos-representantes únicos del pueblo-, y todo lo que complementa tal estado psicológico.

Varios de los que actúan como si brindaran felicidad automática e incontrovertible desde el poder, y que no pueden entender cómo existen mexicanos que no creen en ellos, se encuentran beneficiados por el lopezobradorismo, la corriente del demagogo de Macuspana.

Recordemos uno de sus famosos cuentos, presentados como historia de éxito: la eliminación del huachicol.

Aquí sus palabras, a principios de 2029, en Minatitlán, Veracruz: “El año pasado, en promedio, se robaron 800 pipas diarias. Y llegamos -y me empiezan a informar sobre el robo-, hasta que dije: se acabó. Se cierran los ductos y se acaba el huachicol”. Este embuste también lo repitió en Badiraguato.

Y, durante su llamado Tercer Informe de Gobierno, López Obrador lo reprodujo de esta manera: “En 2018, esta cantidad de combustible robado a la empresa Petróleos Mexicanos significó una pérdida de alrededor de 60 mil millones de pesos, pero nadie hacía nada por impedirlo (…) Nos tocó decir basta.

“No fue fácil porque los grupos delictivos hicieron rupturas premeditadas de tubos para dejar sin abasto a buena parte del país, pero a pesar de esos sabotajes, con el apoyo de la gente, que resistió la escasez de gasolinas durante tres semanas, y con la activa participación de las Fuerzas Armadas, hemos podido eliminar prácticamente esta actividad delictiva”.

Lo paradójico es que las actuales autoridades -según informan- siguen dando golpes al huachicol, ese que ya no existe desde hace varios años. Sí, al que -aunque no fue fácil-, se le dijo ¡basta!, de acuerdo a quien se sentía héroe nacional.

El huachicol, en sus distintas variantes, no se puede negar ni ocultar como actividad ilícita actual y creciente, de alta rentabilidad para la delincuencia organizada, que, lo sabemos, no puede existir sin protección ni colusión de autoridades, sin pactos de impunidad. Y alguien miente: el de Macuspana -acostumbrado a lanzar falsedades y cifras inventadas por donde pasa-, o las autoridades que ahora confiscan miles y miles de litros de combustible robado.

Para citar sólo un caso: ¿acaso el decomiso de millón y medio de litros de hidrocarburos en Tabasco, la tierra de López Obrador, es una invención?

El cuento y la narrativa es lopezobradorista, el daño ha sido para todos.

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