Estamos a unos cuantos días de cumplir el autoritario capricho presidencial del expresidente Andrés Manuel López Obrador para acabar con la división de poderes, consolidar la supremacía del Ejecutivo y controlar la, entre comillas, procuración de justicia, a través de una viciada, lejana y compleja elección que tiene como dato característico el desconocimiento y poco desinterés de la población, y el afán oficialista por la acumulación de poder y el control total.
Luego de incongruencias, errores y maniobras injustificables en el proceso -independientemente de las improvisaciones-, en un contexto de inequidad y falta de claridad; quienes acudan a votar encontrarán varias boletas con una lista de nombres de candidatos desconocidos, dentro de un ejercicio amañado que de ninguna manera brinda certezas para mejorar la impartición de justicia.
Recordemos que no importan méritos, formación profesional, integridad o experiencia; no, lo que al final concierne es la supuesta popularidad (visibilidad y apoyos), o argucias del aspirante -previamente seleccionado-, así como su capacidad de acarreo por medio de maniobras, y conexiones, pactos o compromisos con grupos o personajes -que cuentan con estructuras y mecanismos clientelares-, como sindicatos, partidos, gobiernos, o de cualquier otra índole, incluso ilegales o delincuenciales. Algunos de los cuales -sin duda- participan y tendrán injerencia -cobrando apoyos y favores diversos- para influir en las decisiones de los nuevos juzgadores. De hecho, se teme que algunos, puedan quedar subordinados o sometidos, por ello; y que otros ya lo estén.
La voracidad impulsa al “carro completo”, a la usanza priista, por lo que hay quienes ya implementan ingeniosos operativos. Existen pruebas de que se distribuyeron “acordeones” -para consolidar el fraude-, con el pretexto de practicar la manera de votar, favoreciendo a aspirantes a jueces, magistrados y ministros afines. Esto ha llegado a tal punto, que la presidenta Sheinbaum tuvo que pedir sean investigados por los organismos electorales.
Entre los “acordeones” más conocidos, se encuentran los de MC en Nuevo León, y uno de Morena en CDMX. De esta forma, ciudadanos movilizados -con anotaciones en el papelito- emitirán sufragios con base en números y/o colores registrados previamente.
Como subrayó el exconsejero electoral del INE, Ciro Murayama: “La forma en que se emitirá el voto es un capítulo más de la farsa autoritaria llamada elección judicial”. Por ello no será sorpresa que -independientemente de la escasa participación social, con la que pretenden legitimarse- el gobierno federal controle, absolutamente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otros muchos órganos. Es lo que realmente interesa al morenismo.
Luego de que recibiera su constancia de mayoría como presidente, López Obrador, proclamó: “El Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a otros poderes”. Vaya cinismo. El demagogo de Macuspana inició la destrucción judicial - ya conocemos su pésima visión de la ley-, y su obra continúa.