Presenciamos la consumación de otra simulación democrática —como medio—, de oficialistas y morenistas que acumulan poder —como fin—, y ocultan la destrucción institucional, el control y sometimiento del Poder Judicial, y se oponen a la necesaria procuración de justicia, y a un verdadero sistema democrático que exige contrapesos para ser considerado como tal.
Se llevaron a cabo las llamadas elecciones del Poder Judicial y, aunque se desconocen sus principales datos cuantitativos, permanece la trampa lopezobradorista y el sentido autoritario que las anima, los vicios de su proceso, así como el gran engaño que representan; pues, como advirtió en su oportunidad, la ministra presidenta de la SCJN, Norma Piña, la “demolición del poder judicial no es la vía, como se pretende”, y, “nuestra historia no se puede definir a partir de la narrativa fácil de que todos los problemas de seguridad y justicia en el país son culpa de los jueces”.
Estos amañados y complicados comicios, de acuerdo a Luis Carlos Ugalde, expresidente del IFE y director general de Integralia Consultores, representan “la elección más inducida, más comprada y, en un sentido, más manipulada de la historia de México”; además de que “hay un dicho de López Obrador y de la presidenta de que entre más se vota más democracia hay, pero esto es falso en el caso del Poder judicial, ¿por qué?, porque la función de un juez no es representar a la gente; la función de un juez es garantizar la legalidad de la vida de un país; la función de un juez es garantizar que la Constitución prevalezca y, a veces, para que la función prevalezca, hay que ir en contra del humor de la gente, esa es la función de los jueces. Entonces, votar jueces no significa hacer democracia; votar jueces significa destruir la función del Poder Judicial en una democracia. Este el origen de todas estas falacias democráticas que simplemente tienden a conducir”.
Sus promotores serán los responsables de la inseguridad jurídica, desconfianza, tropiezos, politización, corrupción, impunidad, complicidades y otros nuevos riesgos. Deberán responder ante la nueva normalidad que padeceremos (y de la que ya se sienten beneficiarios).
Aunque para el oficialismo no hay pruebas que valgan, es innegable el uso de recursos públicos, acarreo, repartición masiva de acordeones, así como maniobras de Siervos de la Nación, entre otras ilegalidades consentidas.
La verdadera antidemocracia de falsos demócratas oficialistas —donde gana el gobierno, al acumular poder (sobre lo que sea), y pierde la sociedad, porque se lo arrebatan—, no contribuye a la democracia que México requiere, por más programas sociales que usen y la popularidad que obtengan por ello.
Los manipuladores de la “voluntad popular” intentan legitimarse para acabar con el contrapeso que representó el Poder Judicial —a pesar de sus errores, por demás criticables—, tanto como los negados en los otros dos poderes.
Qué lamentable, lo realmente histórico es la destrucción democrática.