¿Qué necesitamos para sentirnos amados?, ¿sabemos expresarlo?, ¿sabemos pedirlo? Cuántas veces no damos por sentado lo que el otro “debería” saber de mí y, además, que juegue el papel del clarividente, intérprete – traductor de lo que yo muchas veces ni siquiera tengo conciencia…
Es una realidad que todos los seres humanos, por más independientes, autosuficientes y libres que seamos, necesitamos sentirnos queridos, amados por una pareja. Finalmente, aunque los esquemas de la misma estén cambiando tanto, es una realidad, que la pareja es primordial, no sólo por ser el origen de la vida, sino por ser una de las experiencias más hermosas y que impulsen al crecimiento del ser humano. Todos necesitamos amor, pero un amor más real y consciente de acuerdo a lo que somos, podemos y estamos dispuestos a dar, pero también a recibir.
Queremos amor, pero, al mismo tiempo, cuanto miedo nos da. Le tememos a la soledad, pero le tememos muchas veces más a la compañía. Queremos vinculación, pero también queremos libertad. Son tantas las expectativas que se tiene hoy acerca de la pareja, que eventualmente no quedará bien con alguna o muchas de ellas. Hoy no solo se tiene que ser el esposo o esposa tradicional, sino además, se tiene que ser la fuente de felicidad, alegría, plenitud, sexualidad, amistad, fidelidad, proveeduría de un sin fin de cosas, de tal manera que, irremediablemente llegará un momento en que no se pueda con un paquete de tamaña naturaleza.
No somos la fuente de felicidad del otro, es importante comprenderlo, es importante ser primero, fuente de la propia felicidad, aprender a vivir solo bien, para poder compartir con el otro bien lo mejor de mi, no mis carencias y expectativas. Comprender que el enamoramiento es inevitable, pero que el amor es una construcción del día a día, que necesita valores que estamos olvidando, ternura en primera instancia, la cual, es la capacidad de conmoverte del otro, alegrarte de sus alegrías y dolerte de sus tristezas; amistad, para ser cómplices, divertirse, jugar, escuchar, empatizar, acompañar y apoyar; erotismo, ya que es donde la pareja está expuesta en sus cuatro niveles: físico, mental, emocional y del espíritu, representa la vulnerabilidad en toda su expresión ante el otro, siendo además, una metáfora de la relación de pareja.
Así mismo, bajo el cúmulo de posibilidades que se han abierto con respecto al tema de pareja, encuentro relaciones tan desechables y light como los productos que consumimos. Una oferta de amores espontáneos, fugaces, poco comprometidos y sin mayor intensión que llenar un vacío existencial. Como diría Sergio Sinay: “No hay que llenar huecos, sino habitar espacios”.
Creo que ante esta gama de posibilidades, es momento de plantearme con honestidad cómo necesito y quiero construir una buena relación, así como preguntarme, ¿cómo le estoy haciendo yo para crear las relaciones de pareja que tengo hasta hoy?, ¿cuál es mi responsabilidad en ellas?, ¿cuánto estoy dispuesto a comprometerme?, o quizás, ¿estoy con pié siempre fuera de la relación? ¿Siento una angustia insoportable de estar conmigo mism@, renunciando a lo que realmente necesito con tal de no estar sol@?, ¿acepto a todos y a cualquiera con tal de no estar conmigo mism@?
Aunado a esto, muchas veces los esquemas de amor que aprendimos en nuestras familias no fueron los mejores, heredando patrones de comportamiento que para nosotros serán normales actualmente, aunque sean fuente de mucho dolor. En este sentido, te invito a que revises tu historia familiar y te des cuenta, de cuántas de estos patrones estás repitiendo en tu historia actual y que no te están funcionando.
El amor de pareja es una elección en primera instancia, pero más allá de eso, también es un compromiso de seguir dando lo mejor de uno mismo a favor de la relación. Como les he mencionado otras ocasiones, para el amor se requiere capacitación. La pregunta ¿me amas?, debería comenzar necesariamente con un, ¿me amo? Los invito a ser mejores personas, para poder crear así, mejores relaciones.