Todo vuelo necesita impulso. Para entonces, la holandesa Fanny Blankers-Koen había dejado en claro que la maternidad no era, en absoluto, un impedimento para ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Pero lo que sucedió en Melbourne 56 rebasó la “lógica natural” de los prejuicios masculinos.

Cuando Fanny llegó a Londres para competir en cuatro disciplinas del atletismo en 1948, ya era madre de dos niños. Además, era poseedora de seis récords mundiales. En Lague Vuursche, Países Bajos, en donde nació treinta años antes, la llamaban “La mamá voladora”.

La avanzada sociedad de la posguerra no tenía alcances culturales para comprender que una señora de 30 prefiriera salir a las pistas en lugar de “cuidar” a los críos. Blankers-Koen dejó en silencio a las críticas al ganar cuatro oros (en los 100, 200 y 100 metros con vallas y el relevo 4x100); proeza solamente realizada en la rama varonil por el estadunidense Jesse Owens, en Berlín 1936.

Cuando Fanny regresó a casa nadie se atrevió a injuriarle por su “desatención” maternal.

Patricia Joan Keller McCormick tenía 18 años en aquel 48 y ya era una promesa nacional de los clavados estadunidenses, que no habían perdido una sola medalla en el trampolín de tres metros desde que esta prueba se incluyó en el programa olímpico, en París 1924.

Pat, como la conocería el mundo del deporte, cumplió el ciclo olímpico como campeona nacional y logró su clasificación a Helsinki 52, en donde, en efecto, se convirtió en la medallista de oro en el trampolín y en la plataforma de diez metros.

Un detalle: la ganadora de la medalla de bronce en la plataforma, Juno Irving, también californiana (1928), compitió con casi cuatro meses de embarazo de su segundo hijo sin que nadie lo notara. Juno —diosa de la maternidad en la mitología romana— debutó en los Juegos Olímpicos en el mismo Londres que Fanny. Fue quinta en los diez metros.

Entre Helsinki 52 y Melbourne 56, a Pat le sucedió el amor, el matrimonio y…

La elección de sede australiana llevó extraordinarias noticias a casa de los McCormick: los juegos sucederían al final del año, daría tiempo para. Pat estaba embarazada de su primer hijo, al que llamaría Tim, y su alumbramiento estaba programado para abril de ese año.

La delegación estadunidense estaba lista para cambiar, si fuera necesario, la acreditación de la futura madre. Pero Pat se negó. Entrenó, a medio turno, hasta unos días antes del alumbramiento del chico. Y, luego, programó la lactancia y la atención al niño sin descuidar sus horas en el trampolín y la plataforma.

En diciembre, Pat era la favorita para ser campeona olímpica en las dos pruebas. Juno Irvin, su gran compañera y rival de delegación, se mantenía en el mismo nivel de podio para la plataforma. Lo asombroso es un acto en vuelo y estaba por destellar.

Pat ganó el oro en los tres metros con 17 puntos de ventaja sobre su compatriota Jeanne Stuyo. McCormick se convirtió en la primera bicampeona olímpica de la tabla.

En la final de la plataforma, Irvin y Pat compitieron, clavado a clavado, durante seis rondas, en las que alternaron el primer lugar. Al final, con una soberbia ejecución, McCormick logró una ventaja de tres puntos sobre Juno. La oro y la plata eran metafísicas lunares. Pat, campeona y madre de un niño; Juno, subcampeona, de tres. Una de 26 años. La otra de 28.

Fanny, “La mamá voladora”, fue el impulso de mamás que planearon sobre el agua…

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