Ahora dicen: “siempre hay un tuit”. Nunca pasará de moda aquello de “siempre hay una página”.
Es la 171 —en la edición en español de Sexto Piso— de uno de los libros más abrumadores de la actualidad: La comisión para la inmortalización, de uno de los pensadores más asombrosos, el inglés John Gray (nacido en 1948).
Escribe Gray sobre uno de los episodios más sangrientos del siglo XX:
“Los bolcheviques iniciaron un tipo de matanza en masa que jamás se había visto en Rusia.
La pérdida de vidas entre 1917 y la invasión nazi de 1941 no se puede medir con precisión.
Las estimaciones varían con cifras que oscilan entre unos conservadores 20 millones hasta más de 70 millones. Con la intención de crear un nuevo ser humano no sujeto a la mortalidad. Innumerables seres humanos tenían que morir para que una humanidad pudiera estar libre de la muerte”.
Desde que llegaron al poder, hace un siglo, crearon una pretensión que copiarían otros regímenes políticos en mayor o menor escala: la ejecución sumaria de los enemigos políticos. Hoy, se sabe, la herramienta de aniquilación de ‘el otro’ puede ser legal o extralegal: en plan secreto o en motocicleta.
En junio de 1918 la pena de muerte fue restaurada en Rusia. Entonces, cuenta Gray:
“Lenin dio instrucciones para que las revueltas campesinas fueran reprimidas sin piedad. La Ley de Ahorcamiento de Lenin del 11 de agosto exigía que no menos de un centenar de kulaks (campesinos ricos) fueran ahorcados, asegurándose de que el ahorcamiento tuviera lugar en plena vista del pueblo”.
La violencia del que llamaron comunismo de Estado no paró allí. La Revolución estrenó una nueva forma del espectáculo: la masacre en vivo.
Gray:
Ejecutad a los rehenes —escribió Lenin— según un telegrama. Esto tiene que llevarse a cabo de tal modo que los que estén a cientos de kilómetros de distancia lo vean, tiemblen, sepan y griten.
Hay algo peor —si es posible—:
“El comisario de Justicia de Lenin, Nikolai Krilenko, uno de los fundadores del sistema legal soviético, lo expresó así:
“Debemos ejecutar no sólo a los culpables. Ejecutar a los inocentes impresionará todavía más a las masas”.
Párrafos antes, el pensador inglés recuerda que:
“La devastación de la tierra por la colectivización agrícola excedió todo lo experimentado en la guerra civil, mientras la industrialización soviética despreciaba recursos naturales a una escala colosal. El materialismo en la práctica significó desmantelar el mundo físico. Una parte integral de este proceso fue la destrucción de la vida humana”.
En los años que siguieron al triunfo bolchevique, la eliminación de los enemigos se volvió una costumbre, en método, en un género de la violencia. La fábrica de la muerte, que imitarían Mussolini, Hitler, Mao y muchos, muchísimos más: Videla, Pinochet, Stroessner; Pol Pot, Hussein, Putin.
Añade Gray que los métodos de ejecución eran eclécticos: crucifixión, mutilación sexual y empalamiento, desmembramiento, lapidación, despellejamiento, congelación, escaldamiento y quemaduras hasta lo imposible.
“Rosalia Zemliachka, la amante del revolucionario húngaro Béla Kun, con la aprobación de Lenin, mató a 50 mil guardias blancos. Solía atar a los oficiales en parejas y los quemaba vivos en hornos”.
En 1919, los bolcheviques fusilaron a los boy scouts de Moscú y un año después a todos los miembros de los clubes de tenis.
Hay que tener cuidado cuando se evoca lo que se desconoce.
Siempre hay una página en la Historia.