La violencia de género contra las mujeres constituye un problema que, según la ENDIREH-INEGI 2021 afecta al 70.1% de las mujeres mexicanas mayores de 15 años, en Querétaro esta cifra se eleva al 75.2%. Este problema, que se agrava dentro del entorno de pareja, ha adquirido proporciones epidémicas según la Organización Mundial de la Salud.

La violencia de género contra las mujeres, en su modalidad de violencia de pareja, tiene como resultado relaciones asimétricas de poder ejercidas por cónyuges, concubinos o novios en contra de las mujeres, de las que es difícil salir, debido a factores variados como son la dependencia económica, la presión social y la falta de redes de apoyo o de herramientas psicoemocionales de la víctima.

Las mujeres víctimas de violencia a manos de sus parejas suelen experimentar lealtad, amor, compasión o lástima hacia la pareja agresora, incluso después de haber iniciado denuncias o demandas en su contra. Esto les impide hablar de su situación, dar importancia a la violencia que sufrieron, mantenerse ajenas a la relación o alejadas de cualquier tipo de contacto con el agresor. Este tipo de comportamientos, incorporados por la mujer víctima como una estrategia de supervivencia ante la violencia recurrente, (y que parecieran contradictorios), son resultado del daño físico, psicológico y/o sexual del que fue objeto.

Cuando una mujer vive violencia a manos de su pareja ve afectada su autoestima y aprende, muchas veces con gritos y golpes, que no tiene control sobre la situación en la que se encuentra, por ello actuá de acuerdo a lo que el agresor espera y exige de ella ya que, cualquier otra acción o comportamiento para oponerse a la violencia resulta inútil e incluso peligroso.

Como resultado de la violencia en su contra, la víctima se vuelve sumisa y evita expresar enojo, imponer límites o contradecir al agresor a fin de evitar situaciones que, desde su experiencia, sabe que generan violencia. A esto se le conoce como indefensión aprendida. Esta indefensión hace que la capacidad de la víctima para afrontar al agresor sea limitada o nula, por lo que se convence de que su única opción es adaptarse y "dar gusto al agresor", para evitar comportamientos violentos.

Algunas de las características de la indefensión aprendida son: pasividad, incapacidad para resolver problemas, frustración, aceptación, sumisión, dependencia, indecisión y depresión.

Para los abogados, jueces, policías y fiscales que carecen de conocimientos en materia de violencia contra las mujeres o que no han incorporado en su labor cotidiana la perspectiva de género como herramienta metodológica de análisis para identificar situaciones de violencia, pareciera que la víctima no quiere enfrentar el problema.

Lo que no saben es que las mujeres víctimas de violencia, se adaptan a los requerimientos de sus parejas con la esperanza de que "si se porta bien" terminarán las agresiones.

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