Hace unos días fuimos testigos del feminicidio de Karla Bañuelos a manos de un hombre que, tras una discusión, la asesinó con un rifle de alto poder. Los hechos, ocurridos en Guadalajara, fueron captados por una cámara de seguridad, y compartidos millones de veces por el mundo entero. Los comentarios de las y los internautas afirman que Kelvin, el presunto feminicida (que ya se encuentra detenido) es un monstruo y que solo alguien enfermo puede actuar de esa manera.

Esto es incorrecto. Los feminicidas no son seres de ultratumba ni personas enfermas que no saben lo que hacen. Son hombres que, formados para ejercer una masculinidad tóxica, aprendieron a desvalorizar y odiar a las mujeres. En pocas palabras, son misóginos.

Llamar a un agresor sexual, a un golpeador o a un asesino monstruo o enfermo es una manera de justificar las agresiones que comete y de dotar de calidad de "excepcional" a la violencia por razones de género que aqueja a millones de mujeres todos los días. Decir que quien comete este tipo de actos no es normal es negar la realidad del 75.2 por ciento de las mujeres mexicanas que, de acuerdo con la ENDIREH del INEGI han vivido, por lo menos un acto de violencia a manos de un hombre a lo largo de sus vidas.

En un país, donde todos los días son asesinadas entre 10 y 20 mujeres, decir que esa es una conducta que solo realizan los monstruos o los enfermos debería de darnos terror, porque eso significaría que estamos inmersos en una realidad que va más allá de la ficción en la que zombis rondan por el mundo sin que haya nadie que los detenga.

La antropóloga argentina Rita Segato, quien ha hecho un extenso estudio del tema, concluye que el problema de la violencia sexual y la violencia feminicida no es un problema moral ni de salud, es un problema político. La falta de atención que se ha dado a la prevención, en especial en la educación, aunado a la poca importancia que se da en nuestro país a la atención de las víctimas y a la gran incapacidad de las instituciones responsables de procuración de justicia, permiten que los perpetradores de violencia contra las mujeres vivan en la impunidad.

El agotador peregrinar de las víctimas que buscan atención, la indolencia del funcionariado y la naturalización perversa que ha nublado los ojos de la sociedad hacen que, escenas como el feminicidio de Karla solo sirvan para alimentar el voraz apetito del morbo.

Rita Segato afirma que difundir en los medios y redes sociales actos explícitos de violencia contra las mujeres, solo sirve para convertir al agresor en una figura potente para otros hombres. En lugar de disuadir este tipo de conductas, convertimos al "monstruo" en un ejemplo para aquellos hombres que necesitan demostrar su hombría.

Glorificar al asesino en redes sociales y medios de comunicación, y llamarlo enfermo conlleva consigo la naturalización de la violencia. Los feminicidas no son monstruos. Son dignos hijos del patriarcado.

Titular de Aliadas Incidencia

Estratégica e integrante de la

Red Nacional de Alertistas.

FB: maricruz.ocampo

Twitter: @mcruzocampo

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