En la ceremonia del grito, la Presidenta de México se refirió a la Corregidora con su apellido de soltera, Josefa Ortiz Tellez-Girón, eliminado el apellido de su marido y reconociéndola por mérito propio en la historia de México.

Al otro día, en "La Mañanera", a pregunta expresa de un periodista Claudia Sheinbaum respondió "¿Por qué no de Domínguez? Porque las mujeres no somos de nadie [...] claro que amo a mi marido, pero no soy de él, yo soy yo y él es él y así las mujeres. Eso no quiere decir que renuncies a ser madre, esposa." Este gesto de la mandataria ha generado mucho ruido, especialmente entre los grupos de hombres conservadores que identifican el avance de las mujeres como una amenaza.

Las mujeres comenzaron a ser nombradas con el apellido de su esposo en la Edad Media como un símbolo de poder, donde el hombre tenía el control sobre la mujer. De acuerdo con las investigadoras colombianas Carmen Diana Deere y Magdalena León, durante el período colonial las mujeres mantenían sus apellidos de solteras tras casarse. De acuerdo con las autoras, fue a finales del siglo XIX y principios del XX que el uso del “de” se generalizó al mismo tiempo que se extendió la idealización de la mujer casada como “reina del hogar”. Con el tiempo, la costumbre de usar el "de" se extendió, siendo promovida incluso por la burocracia en el siglo XX como una práctica cultural arraigada. En México, esta práctica persiste, sobre todo entre las élites sociales, al punto que, en la mayoría de los estados y los municipios, los medios se refieren a las esposas de los gobernadores y los presidentes municipales con el apellido de sus maridos.

Esta costumbre se trasladó a documentos oficiales, lo que ha generó un sin fin de problemas para muchas mujeres que han tenido que recurrir a los tribunales para recuperar su nombre. Herencias, propiedades, pasaportes y servicios médicos que quedaron registrados con apellidos de casada se convierten en una pesadilla cuando es necesario hacer trámites con documentos que no coinciden porque en unos aparece el apellido del marido y en otros el ella.

Concuerdo completamente con la Presidenta de México: las mujeres no somos de nadie, somos de nosotras mismas. Sin embargo, en nuestra sociedad resulta muy difícil ser reconocidas por nuestros propios logros académicos y profesionales, y no por ser la mamá de, la hija de o la esposa de. Ser madre, ser hija o ser esposa es algo que muchas mujeres atesoran, sin embargo, las mujeres somos mucho más: somos abogadas, médicas, arquitectas, diputadas, senadoras, gobernadoras, académicas, periodistas y políticas.

Referirse a las mujeres con el apellido de su marido las mantiene ancladas en la domesticidad y la maternidad y las desvanece como personas valiosas, con sueños y proyectos propios. Nombrar a una mujer con el "de" la convierte en apéndice de un hombre, no en su compañera.

Las mujeres no, no somos de nadie, somos libres de ser dueñas de nosotras mismas.

Titular de Aliadas Incidencia

Estratégica e integrante de la

Red Nacional de Alertistas.

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