Ayer leí en redes sociales un caso que me erizó la piel.

Es la historia de una mujer muy pobre que deambula por la Ciudad de México con su hijo muerto envuelto en una bolsa de plástico. Un bebé vestido con la poca ropa que tiene, protegido con cobijas y por el abrazo tierno de su madre. Una persona que se da cuenta de lo que ocurre la reporta a las autoridades. La policía la encuentra, sentada en una banca en la terminal de Autobuses de Oriente, la detienen y la trasladan a la Fiscalía General de Justicia, donde; mediante estudios periciales confirman que el bebé murió de causas naturales. En las fotos que compartieron ella se ve agotada.

Cuando la interrogan y ella les explica que su hijo estaba enfermo del corazón desde que nació. Que la madrugada del domingo su cuerpo ya no aguantó y murió, que no supo qué hacer, que estaba sola, que no tiene a nadie en Ciudad de México, que se acercó a un hospital, pero no quisieron ayudarla, que decidió arropar a su hijo y llevarlo por su cuenta su pueblo, para enterrarlo en el pueblo de Acambay, que no tiene dinero para el pasaje. Que su hijo se llama Miguel Ángel.

No puedo confirmar la veracidad de lo narrado más allá de decir que lo publicó una organización muy seria en la defensa de los derechos humanos, pero no dudo que algo así pueda ocurrir en el México de la miseria. La sola imagen de una mujer desesperada, que deambula por las calles de la capital de nuestro país debería darnos vergüenza.

Un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) reportó que la pobreza afecta de manera desproporcionada a las mujeres. De acuerdo con el informe, 24.8 millones de las mujeres mexicanas carece de ingresos para adquirir bienes y acceder a servicios básicos, como educación, atención a la salud, seguridad social, vivienda y alimentación. La pobreza se agudiza cuando las mujeres realizan trabajo no remunerado doméstico, de crianza y cuidados.

De acuerdo con ONU Mujeres, una niña que nace en un hogar pobre y que es madre a una edad temprana, tiene altas probabilidades de abandonar la escuela y de sufrir violencia doméstica. La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) reveló que el hecho de ser madres coloca a las mujeres en una situación de precariedad más profunda que los hombres. Según la ENIGH, las disparidad de ingreso entre hombres y mujeres aumenta por el hecho de tener hijos e hijas, entre otras. La ENIGH encontró que el ingreso promedio de las mujeres se redujo con la cantidad de hijas o hijos, sin embargo, en los hombres, no se observa este patrón.

Reducir la pobreza que viven las mujeres y niñas mexicanas requiere de acciones contundentes, incluyendo un sistema de cuidados que ofrezca atención a las infancias, un servicio médico accesible para todos y todas, vivienda digna, trabajo formal pero, sobre todo, un gobierno sensible que no deje caer entre las grietas a las mujeres más desprotegidas.

Titular de Aliadas Incidencia

Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas.

FB: maricruz.ocampo

X: @mcruzocampo

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