En un grupo en Facebook de doctores y doctoras en Derecho surgió el tema de la joven Valeria Marqués, asesinada mientras transmitía en vivo en Tik Tok. Los comentarios que emitieron las y los juristas me sorprendieron, "ella se lo buscó", "seguro andaba con un narco", "dónde estaba su mamá", etc, etc. El enfoque se centró en culpar a la víctima y a su familia, nunca en la situación de violencia grave que vive nuestro país ni en la responsabilidad del agresor, mucho menos en la obligación de la Fiscalía de dar con el responsable.
Este tipo de comentarios, reprobables en abogados y abogadas, se repitieron en todas las redes sociales, donde usuarios y usuarias, se erigieron en jueces y juezas con el derecho de opinar sobre una mujer ultimada de la manera más vil, frente a miles de personas. Y no contentas con eso, compartieron el momento de su muerte, sin considerar en ningún momento el impacto que su falta de empatía tuvo en la familia, amistades y personas colaboradoras de Valeria.
Las redes sociales se han convertido en las nuevas hogueras donde se quema a las brujas y a los herejes. Son el lugar donde la doble moral domina, donde se lanza la primera piedra y se escupe al aire. Las redes sociales han sacado lo peor de las personas. Nos han transformado en fiscales, jueces y verdugos de hombres y mujeres con las que no tenemos relación alguna, que viven a kilómetros de distancia y con las que, con mucha probabilidad, nunca cruzaremos palabra.
Los comentarios compartidos en el caso de Valeria exponen la crueldad infinita de la que somos capaces cuando nos sentimos escudados por una pantalla. Cuestionar su forma de vida, su cuerpo, su profesión, sus relaciones amorosas y familiares, no solo intentan justificar la violencia de la que fue objeto, sino que buscan responsabilizarla de su muerte.
De acuerdo con la escritora Rita Segato, la difusión de imágenes, los comentarios brutales y el escrutinio de la vida de las víctimas son una forma de exhibir la absoluta falta de sensibilidad compasiva que nos acostumbra al espectáculo de la rapiña de la vida, lo que contribuye al clima de violencia contra las mujeres que prevalece en un país que transforma a las víctimas en objetos de morbo.
La violencia contra las mujeres que satura las redes sociales, nos convence de que las vidas y los cuerpos asesinados de las mujeres solo sirven para ser juzgados, expuestos y desechados. No se nos ve como mujeres violentadas sino como objetos para el entretenimiento colectivo. Dejamos de ser personas para convertirnos en espectáculo.
Quienes se subieron al carro del morbo no comprenden que, en su afán de ser las y los primeros en compartir imágenes de Valeria, lastimaron a su familia, violentaron su dignidad y contribuyeron a naturalizar la violencia feminicida contra las mujeres.
Como sociedad debemos analizar nuestro comportamiento en redes sociales y evitar, a toda costa, sumarnos a la cacería de brujas de la era digital.
Titular de Aliadas Incidencia
Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas.
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