Maricruz Ocampo Guerrero

Eliminar la violencia contra las mujeres: El gran reto del siglo XXI

Cada 25 de noviembre, México vuelve a mirar de frente una de sus heridas más dolorosas: la violencia contra las mujeres y niñas. En esta fecha, que surge como un recordatorio del asesinato en República Dominicana de las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal, “las Mariposas”, —por órdenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo— con el paso del tiempo se ha convertido en una pausa obligada para reflexionar, de manera honesta, hasta dónde hemos llegado y cuánto falta para garantizar una vida libre de violencia para todas las mujeres y niñas nuestro país.

En pleno siglo XXI, la violencia contra las mujeres debería ser un asunto superado. Tenemos una Constitución reformada; hemos ratificado un sinfín de tratados internacionales; se han implementado sistemas de protección de derechos humanos cada vez más robustos y, al menos en apariencia, en el lenguaje público se reconoce la igualdad entre mujeres y hombres.

Sin embargo, las cifras nos cuentan otra historia. La violencia contra las mujeres no es un fenómeno aislado, ni local, ni doméstico: es un desafío nacional que evoluciona, se adapta y encuentra nuevas formas de legitimarse.

Hoy, además de las lesiones, los feminicidios y las agresiones sexuales, vemos cómo surgen nuevos discursos de odio disfrazados de opinión, humor o libre expresión. Narrativas que culpan a las víctimas, que niegan la falta de oportunidades y que ridiculizan los avances alcanzados en materia de derechos humanos y paridad siguen siendo formas de la batalla cultural en la que los derechos de las mujeres se convierten en moneda de cambio electoral, en chiste viral o en blanco de un linchamiento digital que no deja moretones visibles, pero sí cicatrices profundas.

En pleno siglo XXI seguimos presenciando un retroceso preocupante: instituciones que se debilitan, presupuestos que se reducen y políticas públicas que, en muchos casos, se limitan a discursos fantoches sin sustancia. Seguimos viendo cómo una mujer asesinada es tratada como un número más y no como el resultado de un Estado que omite sus obligaciones y de una sociedad que tolera la violencia y nos sigue colocando, simbólica y materialmente, en un lugar inferior.

Sin embargo, no todo son malas noticias. En México, colectivas, organizaciones sociales, periodistas, defensoras, buscadoras y sobrevivientes han transformado el silencio de miles en una causa pública. Gracias a ellas, hoy se escucha a gritos lo que antes se callaba: que la violencia contra las mujeres es estructural y nunca se resolverá con discursos vacíos, sino con acceso a la justicia, educación, prevención y rendición de cuentas.

Ninguna sociedad puede llamarse libre mientras la mitad de su población tenga miedo de existir. Por eso, este 25 de noviembre todos y todas debemos elegir entre seguir normalizando la desigualdad o asumir el gran reto político, social y democrático del siglo XXI: eliminar la violencia contra las mujeres.

Titular de Aliadas Incidencia

Estratégica e integrante de la

Red Nacional de Alertistas.

FB: maricruz.ocampo

Twitter: @mcruzocampo

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