En 1985, la escritora norteamericana Margaret Atwood publicó el libro El Cuento de la Criada (The Handmaid's Tale, su título en inglés).
Esta obra de ficción, que transcurre en unos Estados Unidos dominados por la ultraderecha nacional cristiana, con el paso de los años cobra cada vez más relevancia por los paralelismos entre la historia y lo que ha sucedido en materia de derechos humanos bajo la administración de Donald Trump y otros gobiernos conservadores, como el de Javier Milei en Argentina o Tayyip Erdoğan en Turquía.
Si bien hablar de política “conservadora” es común, pocas veces reflexionamos en que su único propósito es preservar el statu quo, imponiendo posturas regresivas que atentan contra los derechos humanos, la libertad y los cambios que podrían erosionar sus valores culturales y religiosos.
En El Cuento de la Criada, Atwood nos presenta la vida de varias mujeres que deben aprender a sobrevivir en un país donde el poder político y el religioso se funden en uno solo. En la República de Gilead, las esposas deben obedecer a su marido; su lugar es el hogar y su único propósito, la maternidad. Tienen prohibido leer, trabajar o participar en cualquier actividad política, académica o profesional.
Ese régimen esclaviza a mujeres para cumplir una de dos funciones: servir al placer de los hombres o garantizar la reproducción. El aborto y la homosexualidad se castigan con la muerte, al igual que cualquier creencia religiosa no autorizada por el Estado. Escuchar música, bailar o hablar libremente está regulado por el gobierno. Los castigos físicos son frecuentes y la infancia se educa para la obediencia, empleando la violencia como medio legítimo de control.
En ese mundo, las niñas son madres a los 13, 14 o 15 años, y los “derechos” del feto siempre prevalecen sobre los de la mujer que debe gestar, aun en contra de su voluntad, porque en Gilead no hay opciones. La maternidad se impone ante todo y la crueldad moral se disfraza de “valores familiares”. La censura y la represión son parte del orden cotidiano.
Leer a Atwood lleva a reflexionar sobre los derechos de las personas LGBTQ+, consideradas “traidoras de género”, y obliga a cuestionar los partos forzados, la censura de libros y el control sobre el cuerpo de las mujeres.
Tras los argumentos esgrimidos por los legisladores del PAN, Enrique Correa y Memo Vega, en materia de aborto, de la implementación de la ley que censura ciertos tipos de música y de la defensa de “valores” tradicionales de la iglesia en la educación pública, me atemoriza ver cómo la ficción se asemeja a la historia. Sin duda, señales de alerta.
Sinceramente, me sorprende ver a mujeres (profesionistas, académicas y políticas) que no reconocen los elementos de opresión y abuso que están ocurriendo a nuestro alrededor y que ponen en riesgo nuestros derechos.
Ojalá todas lean el libro de Atwood o vean la serie de televisión basada en él, porque aún estamos a tiempo de cambiar la historia.
Titular de Aliadas Incidencia
Estratégica e integrante de la
Red Nacional de Alertistas.
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