La semana pasada tomé una clase de acuarela en la cual experimentamos con varias técnicas. Muchos de mis ejercicios terminaron llenos de tonalidades amarillas. En algún momento, les pregunté a mis compañeras cuál creían que era mi color favorito, y todas respondieron que el azul. Estoy segura que más de una vez te conté sobre la relación entre el color azul y la tristeza. Incluso existe un día llamado Blue Monday, que dicen es el lunes más triste del año. Cuando escuché eso, me quedé pensando… ¿será que el azul me representa más de lo que creo? Aunque, en realidad, mi color favorito siempre ha sido el amarillo, justo por lo que transmite. El 20 de junio se celebra el Yellow Day, considerado el día más feliz del año, y me encantó descubrirlo. Así que hoy quiero contarte un poco sobre el color amarillo, por qué es mi favorito y sobre la pintura que me hizo enamorarme de él. El amarillo se relaciona con la luz del sol, la energía, la calidez y la felicidad. El Yellow Day, se celebra el 20 de junio porque es el último día de la primavera y marca el inicio oficial del verano, una estación llena de días soleados. Y es que el sol, además de darnos vitamina D, también favorece la producción de serotonina, que ayuda a regular nuestro estado de ánimo.
Tal vez por eso el famoso Van Gogh tenía una fijación tan profunda con este color. Se dice que, en uno de los momentos más complicados de su salud mental, llegó a comerse el pigmento amarillo. Sin duda la pintura que me hizo enamorarme del amarillo fue una de sus versiones de Los Girasoles. A lo largo de su vida, Van Gogh pintó cinco versiones de esta obra, pero la más impresionante, al menos para mí, es la que se encuentra en el Museo Van Gogh en Ámsterdam: Girasoles (1889). Hace un par de años tuve la oportunidad de verla en persona, y fue una experiencia inolvidable. El diseño del museo hace que la pintura brille de una manera casi mágica. Incluso viéndola desde varios metros de distancia, ese amarillo resplandece como si fuera oro, con una intensidad que jamás imaginé posible, antes de eso, no sabía que el amarillo podía brillar así. Esta versión tiene una luz increíble, como si llevara dentro un pedazo del sol. Y sí, quizá suene romántico, pero estoy convencida de que Van Gogh dejó parte de su alma en esa obra. Me hizo llorar, pero no de tristeza, sino de alegría, de emoción pura. De poder estar frente al trabajo extraordinario de un artista que, por muchos años, fue considerado un loco. Uno que incluso se comía sus pigmentos, tal vez porque ese amarillo tan brillante le daba, aunque fuera por un instante, un poco de esa felicidad que tanto buscaba. La misma felicidad que yo sentí al verlo.
En el arte, los colores están cargados de emociones, y el amarillo, en particular, lleva consigo la felicidad. Tal vez por eso Van Gogh, en medio de la neblina de su depresión, se aferró a este color luminoso. Y quizá por eso también se ha vuelto mi favorito, porque es un recordatorio de que, incluso en los días más azules, la felicidad todavía puede brillar. ¿Tú qué opinas? ¿Crees que un color puede transmitir emociones? ¿Y cuál es tu color favorito?
*Lic. en Historia del Arte y Curaduría