Llegó septiembre, las calles de la ciudad están llenas de adornos verdes, blancos y rojos, representando el aniversario de la independencia de nuestro país. Algo que me encanta de este mes es la comida, disfruto mucho de ir al mercado para elegir las frutas, verduras y condimentos que son necesarios para que la comida tenga esa sazón tan especial que caracteriza a la comida mexicana. Es por esta razón que hoy me gustaría contarte de algunas pinturas que muestran una ventana a una tradición cien por ciento mexicana: los mercados.
En los mercados podemos encontrar de todo, desde la semilla más pequeña hasta curas de la gripa o inclusive de la resaca. La artista mexicana Elena Climent retrata estas famosas curas en forma de jugos en su pintura Puesto de jugos con letrero (2019). En esta pieza podemos ver una típica juguería de mercado, lo especial se encuentra en los nombres tan peculiares de los jugos, hay uno que se llama “Cancún” hecho de naranja, fresa papaya y sandía; mi pregunta es: ¿cómo es que estos ingredientes se relacionan con una ciudad? Mi teoría es que son sabores refrescantes que te pueden transportar o, en este caso, saborear un día perfecto con arena, sol y playa. En mi opinión, relacionar un sabor o en este caso un jugo con un sentimiento o situación es muy mexicano, tal vez un extranjero que vea un jugo llamado vampiro o conga se desconcertaría porque no existe una relación clara entre el jugo y el nombre; sin embargo, nosotros lo entendemos porque hasta un jugo se puede convertir en un apapacho al alma que tal vez no cure todas nuestras penas, pero sí puede curarnos una gripa.
Una de las cosas más comunes que pasan en los mercados son las interacciones. La pintura Carnicería, del artista mexicano Alfredo Zalce, representa las charlas únicas y personales que pasan en los mercados. La primera vez que vi esta pintura me conmoví, ya que recordé todas esas veces que, de pequeña, mi madre me llevaba al mercado a comprar carne, recuerdo que a veces esperábamos en la fila hasta 30 minutos, pero en ese tiempo conocíamos a profundidad al dueño del local, fueron tantas esperas, que 30 años después mi mamá y el carnicero se convirtieron en amigos de toda la vida. Para mí esto demuestra el poder increíble que tiene el arte, ya que esta pintura me transportó a esos momentos que parecían muy rutinarios en aquellos años, pero ahora son recuerdos que atesoro en mi memoria.
El arte es una ventana a la realidad. En este caso a una realidad mexicana donde los colores, los sabores, la comida, las charlas, cobran vida y le dan voz a la cotidianidad. A veces estamos tan ensimismados en nuestros problemas que la monotonía se apodera de nosotros y perdemos de vista todos estos momentos fugaces que nos abrazan el alma. Te invito a que la siguiente vez que vayas a un mercado, te detengas a observar e identifiques estos detalles que buscan alegrarte el día de una manera muy mexicana, tal vez en un futuro este viaje al mercado se convertirá un recuerdo muy especial para ti. Pero, ¿tú qué opinas? ¿Crees que el arte realmente es una ventana a la realidad?