Hace un par de años te conté sobre la presencia de algunos perritos en el arte, esta semana quiero retomar el tema porque el día de ayer se celebró el Día del Perro. Es una fecha especial para reconocer y consentir a nuestros peluditos, quienes cada vez ocupan un lugar más importante en nuestras vidas. Con el paso del tiempo, los perros han dejado de ser vistos solo como cazadores o guardianes, y se han convertido en parte fundamental de muchas familias. Esta relación tan cercana con los perros no es algo exclusivo de nuestra época, desde hace siglos, el arte ha sido testigo de cómo estos animales forman parte del entorno familiar, siendo símbolos de lealtad, cariño y compañía. Por esta razón, esta semana te contaré sobre algunas pinturas donde se refleja esta conexión tan especial entre humanos y perritos, y cómo ha sido representada a lo largo del tiempo.

Una de las ventajas más bonitas de tener un peludo en tu vida es el tipo de consuelo que te brinda, uno muy distinto al que ofrecen los seres humanos. A veces, basta con una mirada suya para alegrarte el día, o simplemente sientes que te entienden y te escuchan. Esto se refleja de forma muy emotiva en la obra Simpatía (1878) del artista británico Briton Riviere, muy reconocido en la época victoriana. En esta pintura vemos a una niña pequeña sentada en unas escaleras con el rostro triste. A su lado derecho, su perro la acompaña y apoya su cabeza sobre su hombro, en un gesto de cariño, consuelo y lealtad. Es como si le dijera: “Estoy aquí contigo”. Para mí, esta escena muestra un momento muy íntimo, donde se refleja esa conexión profunda que puede existir entre una niña y su perrito, entre un cuidador y un compañero fiel. Una imagen que nos recuerda que, a veces, el amor más sincero viene con cuatro patas.

Ese vínculo silencioso es algo muy especial que se experimenta cuando tienes un peludo en tu vida. En lo personal, hay días en los que llego muy cansada, y lo único que deseo es un momento de calma, reflexionar sobre el día y simplemente estar con mi perro. Esa pausa me ayuda a soltar el cansancio, a respirar, y sobre todo, a sentirme mejor. Tener a mi perrito a mi lado me da paz. Algo muy parecido se percibe en la pintura Su único amigo (1870) del artista Briton Riviere. En esta pintura vemos a un pequeño niño agotado, recostado sobre el pasto, abrazando a su perro, mientras este le lame la mano en un gesto de amor, consuelo y compañía. Una escena que nos recuerda que, a veces, no se necesita nada más que la presencia leal de quien siempre está ahí.

El arte también representa lo cotidiano, y para mí, ahí es donde se esconde lo más precioso de la vida: en esos momentos simples, que no buscan ser extraordinarios, pero lo son. Momentos en los que simplemente estás presente, disfrutando de la compañía de tu mejor amigo, ese que no necesita palabras para darte todo su amor.

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