Mariana Martínez Dionicio

El arte que ladra

Reaves cuenta que adoptar a su perrita fue una decisión que le cambió la vida. Le ayudó con su ansiedad

Por azares del destino terminé trabajando en un lugar dedicado a la rehabilitación de perritos. Ver a los peluditos cada día dar tanto amor y recibirlo de vuelta, se ha convertido en algo que me llena de vida. No cabe duda: los perros son, cada vez más, la prueba de que la naturaleza nos regaló al mejor amigo del ser humano. No solo te acompañan, también te ayudan a disminuir la ansiedad, el estrés y aunque suene sorprendente, impulsan tu creatividad. De esto quiero hablarte hoy: de esa relación íntima entre artistas y sus perros, de cómo la presencia de un compañero de cuatro patas puede transformar procesos creativos.

Tener un perro implica mucho más que alimentarlo e hidratarlo. Implica tiempo, espacio y sensibilidad. Para muchas y muchos artistas, esto es indispensable: salir, observar, sentir la naturaleza. Y los perros, sin pedir permiso, te obligan a hacerlo. Te sacan de casa, te invitan a caminar, a mirar el cielo, las hojas, la vida simple que a veces pasamos por alto en nuestra rutina diaria. Ellos perciben el mundo desde lo esencial, y conectar con esa mirada despierta una inspiración que todo artista debería cultivar.

Algunos creadores incluso cuentan cómo sus perros forman parte activa de su trabajo. A veces son traviesos, tentones y mordisquean cosas que no deberían, como pintura (sí, más de una artista lo ha vivido). En una entrevista, la artista Dominique Fung relató cómo su perrito la acompañaba en el estudio mientras ella trabajaba. En un descuido dejó de verlo, y cuando lo encontró tenía los bigotes completamente blancos. Había devorado medio tubo de óleo. Fung se preparó para correr al veterinario, pero antes hizo aquello que todos hacemos: buscar en Google. Ahí descubrió que lo único que quedaba era esperar un par de horas a que el sistema digestivo hiciera efecto y sí al día siguiente su perrito produjo una “obra de arte” muy particular.

Son detalles frustrantes en el momento, pero que después se vuelven anécdotas que te marcan. La vida está llena de estos episodios, y comprender que son comportamientos naturales, que incluso pueden integrarse en tu obra o tu memoria creativa, es parte de lo mágico de convivir con un animal.

Otra artista contemporánea que abrazó esta relación es Jessi Reaves. Ella buscaba un toque personal, un desgaste auténtico en los materiales de sus esculturas. Necesitaba ese toque vivo que transformara cada pieza. La respuesta llegó en forma de un cachorro. Durante el proceso creativo, Reaves le daba pequeños fragmentos de sus materiales para que los mordiera; después, incorporaba esas marcas a sus esculturas. Imagina obras de arte que no solo nacen de tus manos, sino que también llevan impresas las huellas de tu perro. Además, Reaves cuenta que adoptar a su perrita fue una decisión que le cambió la vida. Le ayudó con su ansiedad, con la dificultad para concentrarse. La energía constante, la compañía silenciosa y el amor incondicional se volvieron parte esencial de su balance emocional y creativo.

La próxima semana quiero contarte sobre algunos perritos artistas, cuyos lamidos, patitas y pequeños gestos los han llevado al estrellato creativo.

*Lic. en Historia del Arte y Curaduría

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