María José Rodríguez Sibaja

Violencia obstétrica: reconocerla para prevenirla

En el embarazo y el parto, las mujeres deben sentirse acompañadas, no juzgadas; informadas, no silenciadas; cuidadas, no violentadas.

Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sin embargo, una de las formas menos visibilizadas de violencia es la violencia obstétrica, es decir, cualquier acción u omisión por parte del personal de salud que cause daño físico, emocional o psicológico a una mujer durante el embarazo, parto o postparto.

La violencia obstétrica no siempre es evidente. A veces aparece disfrazada de “así se ha hecho siempre” o “no hay otra opción”. Pero todas las mujeres tienen derecho a vivir la atención médica de su embarazo, parto y postparto con respeto, información y acompañamiento, sin maltratos ni procedimientos innecesarios.

¿Cómo se reconoce la violencia obstétrica?

La violencia obstétrica puede ocurrir en distintos niveles. Algunos ejemplos son: trato deshumanizado (regaños, burlas, frases que culpan a la mujer por síntomas), falta de información (realizar procedimientos como tactos repetidos, episiotomía, inducción o cesárea, sin explicar claramente el porqué, los riesgos y alternativas), negar el acompañamiento (no permitir que una persona de confianza esté presente cuando no existe una razón médica válida para impedirlo), ignorar el dolor (no ofrecer opciones analgésicas disponibles o minimizar lo que la mujer expresa) o intervenciones innecesarias (acelerar o frenar el trabajo de parto sin fundamentos clínicos, o repetir estudios sin razón).

¿Qué se puede hacer para evitarla?

La prevención comienza antes del parto. Debemos elegir un equipo de salud confiable, con el que nos sintamos escuchadas y respetadas, recibimos información clara durante el embarazo sobre los procesos del parto, riesgos, opciones y derechos, contemos con un plan de nacimiento flexible, que incluya deseos como el acompañamiento, posiciones para el trabajo de parto, manejo del dolor, etc, un equipo que promueva la comunicación abierta, preguntar, pedir explicaciones, expresar dudas y preferencias. Finalmente, cuando ha ocurrido algún tipo de violencia hay que documentar nuestra inconformidad y acudir a las instancias correspondientes.

El papel del sistema de salud

La violencia obstétrica no es responsabilidad de una sola persona, es producto de sistemas saturados, prácticas obsoletas y falta de enfoque en derechos humanos. Por eso es fundamental que las instituciones promuevan capacitación continua, espacios dignos, lenguaje respetuoso, decisiones compartidas y acompañamiento seguro.

En el embarazo y el parto, las mujeres deben sentirse acompañadas, no juzgadas; informadas, no silenciadas; cuidadas, no violentadas. Conocer la violencia obstétrica es el primer paso para eliminarla. Solo así podemos garantizar una atención materna respetuosa, segura y humana para todas.

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