Cada año, durante la Semana Mundial de la Lactancia, las campañas y mensajes sobre la importancia de alimentar a bebé con leche materna inundan nuestros medios. No es para menos: la evidencia sobre los beneficios nutricionales, inmunológicos y emocionales de la lactancia materna es clara. Sin embargo, en medio del mar de información, a veces olvidamos que la lactancia no es solo un proceso biológico, sino también una experiencia humana, social y cultural.
Es común que la lactancia se reduzca a una sola afirmación: “Leche materna es igual a mejor salud”. Aunque es cierta, esta frase no capta lo complejo que este proceso puede ser para muchas mamás en su día a día. La lactancia también implica apoyo de pareja y familia, políticas públicas y sobre todo, respeto a la autonomía de cada mujer.
No todas las mujeres lactan, y no todas las que lactan lo hacen sin dificultades. La presión social y médica puede ser abrumadora, y muchas veces se juzga o culpa a quienes no lactan y deben recurrir a alternativas. Todo esto puede generar culpa, estrés y ansiedad en mamás que enfrentan problemas físicos, emocionales o laborales.
Por eso, esta Semana Mundial de la Lactancia, más que repetir cifras, quisiera invitar a la reflexión sobre cómo podemos construir una sociedad que verdaderamente acompañe y apoye la lactancia. Esto incluye:
• Espacios laborales que respeten el derecho a la lactancia, con horarios flexibles y áreas adecuadas.
• Educación respetuosa y basada en evidencia para profesionales de la salud, que acompañen sin imponer ni juzgar.
• Redes comunitarias de apoyo, donde la lactancia se normalice y se entienda como una experiencia diversa y personal.
• Políticas públicas integrales que garanticen acceso a servicios de salud, suplementos cuando sean necesarios, y apoyo psicológico.
En definitiva, la lactancia materna es un acto de amor, pero también debe ser un acto de respeto. Reconocer la diversidad de experiencias en la lactancia es un paso necesario para construir entornos más humanos y saludables.