Durante el embarazo, el cuerpo atraviesa una transformación profunda: crece, se adapta y prepara cada célula para crear una nueva vida. Entre los muchos cambios visibles, uno de los más comunes es la pigmentación de la piel. Muchas mujeres notan que su piel se oscurece en ciertas zonas, aparecen manchas o se marcan líneas que antes no estaban. Se trata de un proceso fisiológico impulsado por las hormonas del embarazo.

Los principales responsables son los estrógenos, la progesterona y la hormona estimulante de melanocitos, que aumentan la producción de melanina, el pigmento natural que da color a la piel, el pelo y los ojos. Ese aumento hace que la piel sea más sensible al sol y se pigmente con mayor facilidad. Las zonas donde estos cambios se observan con mayor frecuencia son la cara (melasma o “paño del embarazo”), la línea media del abdomen, que se oscurece formando la conocida “línea negra”, los pezones y areolas, la vulva y las axilas. También pueden notarse pecas o lunares más marcados e incluso oscurecimiento en cicatrices previas.

Estos cambios suelen aparecer a partir del segundo trimestre y se intensifican conforme avanza el embarazo. Aunque pueden resultar molestos estéticamente, no requieren tratamiento durante el embarazo. Lo más importante es proteger la piel del sol: usar protector solar todos los días (preferir productos con óxido de zinc o dióxido de titanio, seguros durante el embarazo) y reaplicarlo cada 3-4 horas, usar sombrero y evitar la exposición directa en las horas de mayor radiación para ayudar a prevenir que las manchas se oscurezcan más.

Después del parto, la mayoría de estas pigmentaciones disminuyen de manera gradual durante los primeros meses, conforme los niveles hormonales vuelven a la normalidad. Sin embargo, en algunas mujeres, especialmente con piel más morena, el color puede tardar hasta un año en aclararse por completo. Si después de ese tiempo las manchas persisten, se puede recurrir a tratamientos dermatológicos como despigmentantes tópicos, peelings suaves o láser, siempre bajo supervisión médica y una vez que haya terminado la lactancia.

La piel también cuenta la historia del embarazo. Entender y aceptar estos procesos puede ayudarnos a mirar nuestro cuerpo con gratitud, en lugar de con juicio.

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