Hay un órgano que trabaja sin descanso durante el embarazo. No late como el corazón, ni suele recibir tanta atención, pero sin él, la vida dentro del útero no sería posible. Crece junto a bebé y se va tras el nacimiento. Se llama placenta, y es una verdadera maravilla biológica.

La placenta comienza a formarse desde los primeros días después de la implantación del embrión en el útero. A pesar de su apariencia discreta y su existencia temporal, cumple con más funciones que muchos órganos combinados. Una de sus funciones principales es actuar como sistema respiratorio: el oxígeno que respira mamá viaja a través de la placenta hasta llegar a bebé, que aún no puede usar sus propios pulmones. Pero no solo transporta oxígeno, también transporta nutrientes esenciales como glucosa, aminoácidos y grasas, necesarios para el crecimiento y desarrollo de bebé. Al mismo tiempo, la placenta cumple el papel de sistema excretor, ayudando a eliminar los productos de desecho que el cuerpo de bebé aún no puede procesar. Todo esto ocurre a través de una red microscópica de vasos sanguíneos, sin que la sangre de mamá y bebé se mezclen directamente. Además, la placenta es una verdadera fábrica hormonal. Produce progesterona, estrógenos y otras hormonas que ayudan a mantener el embarazo, preparan el cuerpo para el parto y favorecen la lactancia. Incluso actúa como escudo inmunológico, protegiendo a bebé de agentes infecciosos.

Aunque la medicina moderna apenas comienza a comprender todo lo que la placenta puede hacer, este órgano ha tenido un profundo valor simbólico en muchas culturas, donde se le ha considerado una especie de “compañera del alma” del recién nacido. Más allá de las creencias, lo que es indiscutible es que la placenta es una verdadera maravilla de la naturaleza: el órgano que hace posible la vida.

Reconocer su importancia también nos recuerda la necesidad de cuidar su salud. Cuando la placenta no funciona adecuadamente, pueden surgir complicaciones graves como la preeclampsia o la restricción del crecimiento fetal. Hoy contamos con herramientas para evaluar su función desde etapas tempranas del embarazo. A través de estudios especializados, es posible detectar alteraciones en su funcionamiento y predecir complicaciones, lo que permite tomar decisiones a tiempo y mejorar los resultados de un embarazo. Porque cuidar la placenta es, en realidad, cuidar la vida desde su origen.

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