En México, la licencia por maternidad se llama oficialmente “incapacidad por maternidad”. Y aunque el nombre responde a un término técnico del sistema laboral, no deja de ser paradójico. Porque maternar no es una incapacidad: es una de las tareas más exigentes, transformadoras y valiosas que existen.

Actualmente, las mujeres con empleos registrados en México tienen derecho a 12 semanas de licencia por maternidad: seis antes y seis después del parto. Esta medida, garantizada por la Ley Federal del Trabajo y el IMSS, ha sido un logro importante. Sin embargo, al compararnos con otros países, es evidente que aún hay mucho camino por recorrer. Por ejemplo, en Canadá las madres pueden tomar hasta 15 semanas de licencia maternal, más 35 semanas adicionales de parental leave compartible con el padre. En Suecia, el permiso parental puede extenderse hasta 480 días, con un porcentaje del salario cubierto. En Francia, el permiso de maternidad es de 16 semanas, pero con un sistema de protección social que contempla asistencia postnatal, guarderías públicas y subsidios familiares. En contraste, en México, solo el 40% de las mujeres tienen un empleo formal con acceso a seguridad social. Eso significa que más de la mitad de las madres mexicanas no tiene ninguna protección laboral durante el embarazo o el postparto. Para muchas, dar a luz implica perder el trabajo o verse obligadas a reincorporarse antes de tiempo, con todo lo que podría implicar para su salud y la de sus bebés.

Además, el enfoque centrado en la “incapacidad” deja de lado un punto crucial: la maternidad no es un accidente o una enfermedad. Es un trabajo no remunerado que debería ser reconocido y redistribuido. Hablar de licencias parentales, incluir a los padres en el proceso, ofrecer esquemas flexibles de reincorporación y garantizar el derecho a cuidar sin perder ingresos ni seguridad social son pasos fundamentales para construir un sistema más justo. En los últimos años se han presentado iniciativas para ampliar la duración de la licencia por maternidad en México o para establecer permisos parentales más equitativos. Aún no se han concretado, pero cada discusión al respecto es valiosa, porque nos obliga a mirar de frente las condiciones reales en las que maternan millones de mujeres mexicanas.

Reconocer, proteger y dignificar la maternidad no es solo una cuestión laboral o de salud pública. Es también un reflejo del tipo de sociedad queremos construir: una en la que cuidar sea un derecho y no un privilegio.

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