Con la llegada del calor, muchos disfrutamos pasar más tiempo al aire libre. Y aunque el sol tiene muchos beneficios, también tiene algunos riesgos que a menudo pasan desapercibidos, especialmente durante el embarazo.

El embarazo genera múltiples cambios en el cuerpo, y la piel no es la excepción. Uno de los más comunes es el aumento en la producción de melanina, el pigmento que da color a la piel. Esto ocurre por el efecto de las hormonas del embarazo (estrógenos y progesterona), que sensibilizan la piel a la radiación solar. Como resultado, muchas mujeres desarrollan manchas oscuras especialmente en la cara, frente, mejillas o labio superior. A este fenómeno se le llama melasma o “paño del embarazo”. El melasma no solo es común, también es difícil de tratar. Puede persistir por meses o años después del embarazo, y en muchos casos, no desaparece del todo. Por eso, la mejor estrategia es la prevención.

Y aquí es donde el protector solar se vuelve tu mejor aliado. Usar bloqueador todos los días —incluso si está nublado o estás en interiores con ventanas— es clave para evitar que esas manchas aparezcan o se intensifiquen. Lo ideal es un protector solar con FPS 50 o más, de amplio espectro (contra rayos UVA y UVB) y que se reaplique cada 3 o 4 horas si estás expuesta al sol. En general, la mayoría de los ingredientes en los bloqueadores tópicos no representan un riesgo en el embarazo. Además del bloqueador, es recomendable usar sombrero, lentes oscuros, y evitar la exposición prolongada entre las 11 de la mañana y las 4 de la tarde, cuando los rayos solares son más intensos.

Proteger tu piel no es un asunto de estética, sino de salud. Aprovecha estos meses para crear hábitos de protección solar que te acompañen mucho más allá del embarazo.

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