La internacionalización de la universidad pública no es un lujo, ni una moda académica importada: es una necesidad estratégica. En un mundo interconectado y complejo, donde los grandes desafíos —crisis climática, migración, inteligencia artificial, guerras, autoritarismos— trascienden fronteras, formar profesionales capaces de entender, dialogar y actuar más allá de su contexto inmediato es parte del mandato público de la educación superior.
¿Por qué importa? Porque una universidad que se encierra en sí misma, que reproduce solo sus referentes, se vuelve estéril. La internacionalización amplía el horizonte académico, enriquece los programas de estudio, expone a estudiantes y docentes a otras formas de pensar, y abre puertas para la investigación conjunta. Permite comparar, contextualizar y confrontar. Mejora la calidad, fortalece redes y proyecta la universidad como actor activo en los debates globales.
La Universidad Autónoma de Querétaro avanza con paso firme hacia una mayor proyección global y, por ello, tiene un enorme potencial para consolidarse como una universidad pública de referencia, capaz de dialogar con el mundo sin dejar de transformar su entorno.
Existe talento académico, diversidad disciplinaria, sensibilidad social y una comunidad universitaria comprometida. Sin embargo, convertir ese potencial en una política de internacionalización efectiva implica evitar dos peligros: la visión elitista que beneficia solo a unos pocos con becas al extranjero, y la visión burocrática que convierte la internacionalización en un listado de convenios sin vida.
Internacionalizar no es solo enviar y recibir estudiantes. Es generar ambientes interculturales, facilitar experiencias virtuales globales, impulsar la investigación conjunta, fomentar la publicación en redes internacionales y asegurar que todos los perfiles —no solo los privilegiados— tengan oportunidades reales de vincularse con el mundo. Se trata de democratizar el acceso a los beneficios del intercambio global.
¿Qué se gana? Una universidad con vínculos internacionales fortalece su legitimidad, mejora su capacidad de incidencia, accede a financiamiento externo, mejora sus rankings y, sobre todo, forma egresados con perspectiva global, habilidades lingüísticas, competencias interculturales y sentido de corresponsabilidad. Profesionales no solo más empleables, sino más capaces de entender y transformar su entorno. ¿Qué se pierde si no se hace? Relevancia. La universidad que se cierra corre el riesgo de volverse endogámica, repetitiva, desconectada.
La UAQ ya ha comenzado a transitar el camino hacia una internacionalización crítica, inclusiva y transformadora; apuesta por abrirse al mundo sin perder su arraigo local. No se trata de renunciar a su carácter público, sino de fortalecerlo: formar ciudadanos globales con compromiso comunitario. Porque una universidad sin fronteras no abandona lo local, lo proyecta.
X: @maeggleton