La semana pasada reflexionaba en este espacio sobre la participación electoral en la elección presidencial argentina argumentando que hay factores institucionales, —fundamentalmente, la obligatoriedad del voto— que inciden en la participación y que, la participación en México no es un elemento cuestionable, como se suele afirmar con escasos elementos de prueba.

Hay poco consenso en la literatura especializada sobre las variables explicativas de la participación electoral producto, entre otros factores, de los diversos tipos de sistemas electorales y regulaciones aplicables.

Sin embargo, el proyecto de participación electoral del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (International IDEA) estima que la reducción en la participación electoral en las democracias consolidadas entre 1945 y 2002 ha sido no mayor al 5% –tratándose del mismo tipo de elección–.

Más aún, comparando la participación de democracias consolidadas con democracias en transición o en consolidación, si bien hasta entrados los años setenta mostraba una diferencia de más de 10 puntos porcentuales en promedio, esta diferencia se ha ido reduciendo hasta ubicarse en niveles muy similares al de las democracias consolidadas.

Por lo anterior, algunos autores señalan que lo que se tendría que estudiar no es la variación sino la estabilidad de la participación electoral, misma que, al igual que la identificación partidista o ideológica, es un hábito que se establece relativamente temprano en la vida adulta.

De este modo, para que pudiera observarse un cambio importante en las tendencias de participación tendrían que pasar periodos de tiempo de entre 50 y 60 años, equivalente al lapso en el que se daría una renovación completa del electorado.

Ahora bien, esto no implica que las variables institucionales no puedan incidir en un cambio en la participación y, sobre todo, que la participación, como cualquier forma de comportamiento electoral, no tenga efectos sobre el resultado de las elecciones.

La evidencia empírica da cuenta de que, además de la motivación cívica y de la participación impulsada por consideraciones políticas, las variables que más inciden en la participación son la relevancia de las elecciones, las facilidades para ejercer el voto y las características de los sistemas de partidos; esto producto de su impacto en el cálculo de utilidad esperada que realizan las y los votantes y, por ende, de los costos y beneficios que generará la decisión de emitir o no su voto.

En cuanto al impacto en el resultado de la elección, los datos muestran que, a mayor participación, menor peso de las estructuras de los partidos; esto es, a mayor participación mayor probabilidad de voto independiente. Conforme se incrementa el voto independiente, el voto duro de los partidos pesa menos y, por ello, una alta concurrencia a las urnas suele favorecer a los partidos opositores.

Un análisis más detallado sobre este tema acaba de publicarse en el libro “Elecciones en perspectiva comparada”, editado por el INE, mismo que tendré el gusto de presentar en la Feria del Libro de Guadalajara el próximo viernes 1 de diciembre a las 18:00 horas.

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