Después de la tragicomedia que atestiguamos hace unos días con la solicitud de licencia del gobernador de Nuevo León, hay algunos elementos sobre los que reflexionar, particularmente de cara al proceso electoral del próximo año. En 2021 Samuel García fue electo gobernador con el 36.6% de los votos, con una ventaja de 8.7 puntos porcentuales sobre el candidato de la coalición PRI-PRD Adrián de la Garza. Dicho proceso electoral da cuenta de un voto diferenciado entre la gubernatura, los escaños legislativos federales y locales y los ayuntamientos, son muestra de un comportamiento electoral sofisticado en el que se presenta, simultáneamente, voto unificado y voto dividido.

El voto unificado se emite por el mismo partido para todos los cargos en disputa, es producto, mayoritariamente, de votantes con identificación partidista. Un voto unificado es, fundamentalmente, un voto por el partido, a diferencia del voto por un determinado candidato (a) o por temas específicos. Cuando no hay identificación partidista, o bien, ésta es muy débil, hablamos de votantes independientes, que se caracterizan por ser un segmento del electorado relativamente libre de la disciplina partidista, lo que, a su vez, genera mayores probabilidades de emitir un voto dividido. Por su parte, el voto dividido (split-voting) es un fenómeno cuya explicación divide al sector académico en dos grupos, quienes lo plantean como un voto estratégico cuya finalidad es establecer pesos y contrapesos al poder político, fundamentalmente una división entre el Ejecutivo y el Legislativo y, por otro, como resultado de características estructurales del sistema electoral asociadas a sistemas presidenciales. Aunado a ello, Gretchen Helmke plantea el llamado “seguro electoral”, esto es, vincula la incertidumbre del electorado en torno al cambio electoral con el voto dividido a partir del supuesto de que un voto diferenciado para el Ejecutivo y el Legislativo tendría por objeto mitigar el riesgo de la llegada al poder de un candidato (a) poco conocido o con poca trayectoria y/o experiencia política. Bajo este supuesto, el electorado, a partir del voto diferenciado entre Ejecutivo y Legislativo, estaría buscando un gobierno dividido a partir de un comportamiento claramente estratégico, con el fin de “cubrirse” frente a la incertidumbre asociada con el cambio electoral.

El proceso electoral de 2021 en Nuevo León muestra una votación estratégica en la elección por la gubernatura, donde Movimiento Ciudadano alcanza el 36.6% de los votos, pero que no llega al 20% en la elección de diputados en el Congreso local y únicamente obtiene el 3.8% de los escaños de mayoría relativa. Lo anterior, daría cuenta de un electorado que conoce sus alternativas, que sabe que puede cambiar de gobierno e, incluso, llevar opciones novedosas a las responsabilidades gubernativas, pero cuida, por medio de los contrapesos legislativos, la estabilidad institucional.

Se dice que, en política, no hay sorpresas sino sorprendidos. Pareciera que Samuel García leyó mal el resultado electoral que lo llevó a la gubernatura en 2021.

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