El resultado electoral del 2 de junio pasado expone de manera cruda e ineludible las profundas debilidades del bloque opositor PAN- PRI-PRD y evidencia la necesidad de autocrítica. El triunfo de la coalición encabezada por Morena no es atribuible únicamente a la popularidad del presidente López Obrador y a sus programas de apoyo social.

Es innegable que el partido del presidente ha logrado establecer una conexión emocional con amplios sectores del electorado, aprovechando programas sociales y políticas públicas que, aunque criticados por su falta de transparencia y posible uso electoral, han llegado a las bases populares. Esta estrategia, efectiva en el corto plazo, ha creado una base de apoyo sólida que ve en el presidente una figura cercana y comprometida con sus necesidades diarias.

Además, la habilidad del partido para manejar la comunicación y el discurso público ha jugado un papel fundamental.

La derrota ofrece la oportunidad de una autocrítica seria y profunda que, más allá de identificar errores y debilidades busque reconstruir su identidad política y redefinir su relación con el electorado. La autocrítica debe incluir una evaluación honesta de sus liderazgos, sus políticas y la manera de comunicar sus propuestas.

El PRI y el PAN necesitan trabajar en la construcción de una narrativa que no sólo critique los errores del gobierno, sino que ofrezca una visión positiva y esperanzadora del futuro. Esta narrativa debe estar respaldada por propuestas concretas y factibles que respondan a las preocupaciones más apremiantes de la ciudadanía. Para lograr esto, es esencial que las oposiciones se abran a la inclusión de nuevas voces y liderazgos. La renovación debe ir más allá de cambios superficiales y debe implicar una reestructuración de sus bases y una reorientación de sus estrategias políticas y de comunicación.

Los datos del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) dan cuenta de una victoria contundente de Morena, pero también muestran que existe un 40% del electorado que acudió a votar el domingo en busca de una alternativa distinta a la que la continuidad de este gobierno ofrece.

Estas voces también son México y deben ser escuchadas; representan un capital político significativo que la oposición derrotada no puede darse el lujo de ignorar.

Reconocer y atender las demandas y preocupaciones de este sector es esencial para construir una oposición fuerte y efectiva, capaz de ofrecer una alternativa que refleje la diversidad y pluralidad del país.

El desafío para los partidos derrotados el domingo pasado va más allá de reconocer los errores del pasado; requiere adoptar una actitud de humildad y transparencia, abriendo espacios para nuevos liderazgos y demostrando, con acciones concretas y consistentes, su capacidad para escuchar, adaptarse y responder efectivamente a la ciudadanía porque un partido que rehúye la autocrítica ha perdido su capacidad de evolución y, con ella, su propósito.

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