Opinión

Mano de obra más barata: ¿orgullo o vergüenza?

09/04/2013 |01:47César Lachira Sáenz |
Redacción Querétaro
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Hemos recibido con cierto estupor la noticia de que “China perdió su puesto como el país más barato del mundo para la construcción de componentes industriales frente a India y México”. Lo anterior se traduce en que los costos de producción ahora resultan más barato en México que en la propia China. Quedaron atrás los días en que las compañías estadounidenses que trasladaban su infraestructura al país oriental podían ahorrar hasta 30% o más, ahora a lo mucho sólo llegan a 6%.

Lo anterior no es para sentirnos orgullosos como suelen hacer los empresarios y políticos, quienes expresan: “Esto representa uno de los factores clave para que México atraiga inversiones en sectores como en la fabricación de maquinaria, equipo, automotriz, aeroespacial, entre otros”. No cabe duda que cada quien mira de acuerdo a sus intereses. El que seamos más competitivos, en término de mano de obra barata, lo único que significa es que los salarios que reciben nuestros obreros es menor que el de los chinos, es decir, que somos un país con los peores salarios a nivel mundial.

Ante esta situación, que debería preocupar a Rosario Robles, de Desarrollo Social, porque significa mayor pobreza y miseria, la Secretaría de Economía y el grupo ProMéxico ya definen una estrategia de atracción de capitales porque los resultados mostrados podrían atraer mayores inversiones extranjeras, que en este año espera una disminución cercana a 17% de estos flujos por los efectos de la crisis global. Lo expresado nos muestra que estamos fincando un crecimiento económico (no desarrollo económico) en razón de los bajos ingresos de la población.

En un artículo anterior mencionamos que los trabajadores mexicanos tienen uno de los más bajos salarios mínimos en América Latina, lo que hacía de México un país con más de 22 millones en pobreza extrema. Claro es reconocer que los cambios en la ley laboral han contribuido a esta situación de calamidad, y como van las cosas, la pérdida del valor adquisitivo del ingreso nos está conduciendo a una sociedad de extrema pobreza.

En China han incrementado el salario mínimo y algunas empresas extranjeras han otorgado a sus obreros aumentos cuantiosos (Beijing y otras ciudades chinas elevaron los salarios mínimos en 20%). Asimismo las prestaciones sociales han incorporado variables de bienestar social como el de la recreación, agregados a los de salud, vivienda, educación y alimentación, que ya estaban asegurados.

Aquí no cabe aplicar la frase: “lo malo para uno es lo bueno para el otro”, porque en realidad lo que era una ventaja competitiva en China, y que hoy se traslada a México, no es más que un escenario que debe darnos vergüenza, y mucho más, en momentos que el presidente Peña Nieto ha emprendido su programa de lucha contra el hambre.

Decía John Rawls, “no hay justicia sin equidad”, y es lo que no quieren entender los políticos. Si no cambiamos el rumbo bajo una estrategia estructural que tome en cuenta elevar los salarios, estamos condenando a la población a una marginalidad, o como dirían los ingleses que ahora han cambiado el número de clases sociales (antes eran 3, ahora son 5) a un “precariato”, que significa un pobre en el extremo del pobre.

Investigador del Centro de Estudios Económicos Financieros (UAQ)

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