En dos semanas termina el sexenio de Felipe Calderón. Hace seis años que sufrimos una toma de posesión muy crispada, después de meses de bloqueo en la principal avenida de la capital del país, y de ataques continuos entre dirigentes políticos. Había incluso preocupación de una falta constitucional, solventada con una ceremonia extraña en Los Pinos al inicio del primero de diciembre.

Pero el gobierno de Calderón termina mucho mejor de lo que empezó. Cierto que era difícil que empeorara, después de ese arranque, pero en la suma total me parece que no ha sido un mal gobierno. Calderón, sin embargo, es odiado, con todas las letras, por una proporción no menor de la población. Y los que lo odian han decidido culparlo de todas las muertes violentas ocurridas en México desde su llegada al poder en 2006, y no hay argumento que les haga cambiar de opinión. Precisamente por eso, no ofreceré ninguno. Los hay en abundancia, y los he escrito desde hace tiempo, pero no sirve de nada.

Felipe Calderón nunca ha sido una persona de trato fácil. No lo era antes de su llegada al poder, y no mejoró en él. Pero eso no le quita haberse desempeñado bien en su puesto, tomando decisiones que no siempre fueron acertadas, aunque esa evaluación depende de lo que consideremos acertado. Enfrentó dos serios golpes económicos. Uno, casi de inmediato, con el alza de los precios internacionales de alimentos, que golpeó más a los más pobres. El gobierno reaccionó tarde, pero no lo hizo del todo mal. Se logró paliar un poco el alza con incrementos en los apoyos de programas sociales y con negociaciones con comerciantes. Lo que nunca se hizo, y nos ha costado una fortuna, fue atender el efecto de esa alza en los combustibles. Por la manera como se calculan los precios de gasolina y diesel, el incremento en el precio internacional no se refleja en el precio doméstico, y en 2007 dedicamos 200 mil millones de pesos a subsidiar esos combustibles, y en este año habremos gastado una cantidad parecida. No es poco dinero.

El otro golpe fue la crisis financiera internacional, que en 2009 se transformó en una crisis productiva que contrajo la industria de Estados Unidos en 10% en su punto más grave, lo que nos provocó una caída en el producto interno bruto de poco más de 6% a nosotros. La reacción del gobierno de Calderón no fue mala, otra vez. Aunque tardaron unas semanas en aceptar el tamaño de la crisis, se tomaron medidas adecuadas. Un incremento en el gasto del gobierno, pero razonable; algunos programas específicos; y después aprovechamos la recomposición mundial de la producción, de forma que llevamos tres años creciendo a un ritmo nada despreciable, mientras otros que en 2009 parecían muy exitosos ahora sufren.

En infraestructura, sí se construyó más que en otras épocas, incluyendo algunas carreteras que serán importantes. La vivienda, en cambio, no logró sortear la crisis con igual fortuna. Pero el avance en el Seguro Popular me parece que es uno de los logros más importantes del gobierno que termina. Si se consolida y complementa en el nuevo gobierno la universalización de la seguridad social, la pobreza extrema prácticamente desaparecerá.

La suma de las crisis económicas, más la acumulación de fallas de gobierno de su partido pusieron a Calderón a la defensiva desde 2009. No pudo recuperarse, y me parece que eso tuvo que ver con su personalidad, de la que ya hablábamos antes. Un afán excesivo de control y centralización de las decisiones no parece ser la mejor forma de gobernar (o dirigir una fuerza política) en estos días. Es una experiencia que puede ser útil para otros.

En los últimos 15 años, México se ha transformado, y para bien. La mayor parte de ese tiempo, bajo gobiernos del PAN, que han tenido defectos pero que, al final, creo que entregan buenas cuentas, precisamente porque ese proceso de transformación ha continuado. Tenemos hoy una economía en buenas condiciones; un sistema político cada vez más democrático y con mayor capacidad de negociación; el estado de Derecho, que nunca ha existido en México, parece cada vez más cercano; la situación social ha mejorado, sin llegar a lo deseable ni de cerca; y por fin hemos asumido la terrible situación en que nos encontramos en materia de seguridad.

Todo eso no es un logro del PAN, ni de los gobiernos de Fox y Calderón, pero es algo que ha ocurrido en estos años en que ellos tomaron decisiones. Otra vez, no siempre afortunadas. Pero en el balance, las cuentas no son malas. Los que llegan tienen que partir de eso.

Economista

Google News